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Fallece en Paraguay el ginecólogo Ángel Sopeña, muy ligado a Naves (Llanes)

La familia esparcirá las cenizas del médico, pionero en la congelación de óvulos en España y en operaciones de sexo, en la playa de Gulpiyuri

El ginecólogo, de niño, en la bolera de Naves.

A la edad de 76 años el pasado martes moría en Paraguay Ángel Sopeña Quesada, uno de los ginecólogos más reconocidos de España en la última mitad del siglo XX. Pese a nacer en Madrid presumía de asturianía ante todo el mundo. La localidad de Naves, donde veraneaba desde niño era para él un lugar de referencia. El sitio al que siempre regresaba. Era hijo del también reputado ginecólogo nacido en Vitoria Ángel Sopeña Ibáñez, y de Aurelina Quesada Mallendía, venida al mundo en Xuncu, Ribadesella. Es precisamente ella la que orientó la familia hacia Asturias. Desde mediados de los años noventa Ángel Sopeña Quesada residía en Paraguay. Ayer, fue incinerado en el país sudamericano al que se desplazaron sus hijos desde España. Las cenizas se esparcirán en los próximos días en las inmediaciones de la playa de Gulpiyuri, en Llanes, que Sopeña conocía a la perfección desde que se enamorase de su entorno siendo solo un niño.

A nivel profesional muy pocos ginecólogos pueden presumir de tener el currículum de Sopeña. Además de estudiar Medicina y especializarse en Ginecología se licenció en veterinaria, doctorándose con una tesis sobre las vacas culonas asturianas. Uno de sus momentos más dulces a nivel profesional fue cuando en los años 80 puso en marcha la clínica "2.200", donde durante treinta años ejercieron afamados especialistas. En este lugar, tal y como ayer recordaba su hija Beatriz, fue el primero donde se congelaron óvulos o donde se llevó a cabo una operación de cambio de sexo en España.

Uno de sus mayores logros fue fecundar a una mujer a la que se le había hecho una extirpación parcial del útero (histerectomía fúndica) tras una miomectomía, logrando dar a luz por cesárea un niño sano. También en la "2.200" Sopeña implantó a mucha clientas un novedoso dispositivo intrauterino (DIU) diseñado y patentado por él. "Se consideraba de Naves. Era muy querido en el pueblo. Apreciaba un montón a toda la gente de allí", manifestó su hija. El vínculo con este pueblo de toda la familia sigue muy vivo a día de hoy. Es raro el año en que varios hijos de Sopeña no acudan a la casa familiar de Naves para disfrutar de las fiestas de Santa Ana, vestirse todos de aldeanas y porruanos y bailar el pericote y el xiringüelu.

El submarinismo y la pesca era su otra gran pasión. Una foto suya de niño, en la bolera de Naves, con varios ejemplares recién pescados, es una de las instantáneas que con más cariño guardan Elsa, Aixa, Vera, Beatriz, Ángel, Clara, Laia, Cecilia, Mariano, Pedro, Lena y Silvia, algunos de los hijos reconocidos que tuvo con varias mujeres.

A Paraguay se fue a vivir en el año 1996. Hacía más de un lustro que no pisaba Asturias. "Siempre se acordaba mucho de Naves. El problema que tenía era que quizás no se veía con fuerzas de regresar y no poder disfrutar del pueblo con la misma intensidad que cuando era más joven", cuenta su hija Beatriz. Su muerte tuvo lugar como consecuencia de varias complicaciones asociadas a diferentes achaques. "Hasta el final ha tenido a Naves y a Asturias en su pensamiento y en el corazón y por eso parte de sus cenizas las llevaremos allí", señalan sus hijos.

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