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Mascarillas, plásticos, colillas y hasta un retrete: la basura en la costa de Ribadesella

"¿Cómo acaba esto aquí?", se preguntan los niños de la Escuela de Piragüismo, voluntarios en la limpieza con el apoyo de Cogersa

El grupo de voluntarios, antes de empezar a limpiar en la costa riosellana. CARLOS LAMUÑO

"¡Ahí va!" Exclama uno de los mayores mientras revuelve entre los arbustos. Ha encontrado algo. Así que los que oyen la exclamación se acercan a participar del descubrimiento. Por su emoción se presiente que la "presa" es buena. Los otros niños corren hacia el descubridor, se arremolinan alrededor de su nuevo tesoro, tiran de la manga a los adultos y lo señalan. La expectación es máxima.

"¡Un retrete!", resume Mario Busto mientras arranca de entre los helechos una pesada taza de cerámica de la que se vierte un líquido verde que le mancha los guantes de goma. "¿Cómo acabó eso aquí?", pregunta en alto su socio, Jorge Álvarez. Ninguna de las teorías que plantean los jóvenes parece responder a la pregunta. ¿Cómo acaba un retrete en los Acantilados del Infierno?

Fuese quien fuese el dueño del sanitario abandonado, los encargados de recogerlo fueron los jóvenes miembros de la Escuela de Piragüismo "El Sella". Cincuenta personas se convirtieron en una brigada de limpieza que recogió mascarillas, colillas, plásticos, latas y botellas a lo largo de la senda costera que une la playa de Arra con el área recreativa de Guadamía, en Ribadesella.

Más de la mitad, niños. Jóvenes palistas de la escuela que dicen estar "mucho más concienciados con el medio ambiente" que los adultos.

"Tenemos que venir nosotros aquí a arreglar lo que otros ensucian", se quejaba Jorge Álvarez. "Desde que empiezan en la escuela les inculcamos un respeto por el medio ambiente, porque su lugar de entrenamiento y competición es el medio natural", añadió el periodista y colaborador de la empresa Marcelo Carbone. Allí, a escasos metros de la playa de Arra, apuntaba algo evidente. La emoción de los niños por recoger residuos. Emoción real. Que se dejaba ver durante el primer tramo del trayecto, cuando encontrar una mascarilla era celebrado con la euforia de una victoria en el Descenso.

Alberto Llera, presidente de la escuela, hablaba de lo "difícil" que resulta mantener la institución "sin competiciones". No solo por las subvenciones que se dejan percibir, sino por lo complicado de mantener a los niños con incentivos. Algo que, si no es fácil, ayer lo parecía. El material ofrecido por Cogersa, guantes gorras, bolsas y palos, y el trabajo previo de concienciación medioambiental con los palistas, hizo el resto.

Los jóvenes y sus acompañantes devolvieron a su estado original una senda muy transitada durante este verano y calmaron sus ansias de competición. A la llegada a Guadamía, muchos comparaban la cantidad de basura recolectada por unos u otros. Aunque, eso sabían, "no era lo importante".

Miguel Cueto, a sus diez años, lo pudo explicar perfectamente: "Tenemos que concienciar y colaborar en la limpieza". Porque dice que le da "rabia" que la gente tire cosas "a la mar y la ría". Porque luego, los jóvenes van a remar y se encuentran "plásticos flotando".

Lo mismo que en los márgenes de la senda, donde abundan latas y botellas. Y, en realidad, todas merecen la pregunta que es fácil hacerse con el retrete. "¿Cómo acaba esta botella en los Acantilados del Infierno?".

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