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El "aguacatón" de Porrúa, en la enfermería

El árbol que preside la finca de Llacín, en Llanes, que ha cumplido 114 años, tiene hongos y deficiencias de nutrientes

Parte del abono, en sacos, ante el aguacate de Porrúa. EVA SAN ROMÁN

El "aguacatón" de Porrúa (Llanes) ha cumplido 114 años y está enfermo. Pero aun así, su supervivencia, responde a una especie de milagro de la naturaleza porque de forma habitual "ningún árbol frutal aguanta tanto". Por eso, desde el Museo Etnográfico del Oriente de Asturias, situado en la finca de Llacín, con la colaboración desinteresada de un vecino del pueblo, Zaky Pérez, forestal y especializado en el manejo de grandes árboles, están intentando prolongar la vida y hacer crecer la leyenda de lo que se ha convertido en un icono del pueblo y es tratado como el "vecino más ilustre".

Fue plantado en el año 1906, cuando lo trajo de México Ángel Sordo Pandal, tiene 20 metros de altura, su circunferencia supera los ocho en su parte más ancha, y el diámetro de su copa alcanza los 30 metros. El árbol, "llama la atención" y aun en plena curación, preside con elegancia, una finca que es altamente transitada por vecinos y visitantes, el centro neurálgico de este "Pueblo ejemplar de Asturias" y "Pueblo cultural de Europa". El "aguacatón" como se le conoce en la zona, habita en un lugar poco adecuado "para envejecer tranquilo" y no hay nadie que visite este entorno que no acabe atraído por él.

Ahora, está en la enfermería y Pérez pone todo su afán en que su vida sea todo lo digna que debe ser. "Podríamos hablar de un mantenimiento rutinario" y necesario para conservar la vida de "un anciano". Hace años, una tormenta lo dañó de forma importante hasta abrir su tronco. Entonces, Pérez colocó en unos trabajos ejecutados con "emergencia" un sistema de sustentación artificial específico para árboles, con eslingas y amortiguadores con bandas de expansión para no dañarlo. Ahora, "se está cambiando" y, además, está abonándose el terreno sobre el que se asienta y desde el que se alimenta.

"El aguacate tiene hongos y una deficiencia de zinc" que han ido haciéndole mella desde que se plantó. Porque, como casi siempre, un cambio acaba perjudicando a todos los elementos de un contexto. Cuando los modos de vida del pueblo cambiaron, y la actividad en el sector primario fue cesando en la zona, se acabó, sin querer, perjudicando a la vida del árbol.

"Este lugar -cuenta Pérez- albergaba varias cuadras y, por tanto, muchas pilas de cuchu (estiércol). Aquello servía de abono natural del que se nutría el aguacate, ahora, con el fin de aquella actividad, el árbol no recibe suficientes nutrientes y el suelo necesita un aporte artificial para un árbol que es extremadamente grande" y que "no suele vivir más de cien años".

El aguacate "no está en su clima ni en su terreno" pero aún así, resiste imponente. Y si de la asociación Llacín depende, "se mantendrá el mayor tiempo posible" erguido.

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