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Piloña llora por San Cipriano

Los vecinos de Mestres claman por el deterioro de la iglesia, que suma medio siglo de decadencia, y piden consolidar sus ruinas por seguridad

Por la izquierda, Rosa Mari Sánchez, Pepi Sánchez, Hermenegildo Sútil y Fernando Álvarez, frente a las ruinas de la iglesia de San Cipriano. | Eva San Román

Carolina Isoba aún recuerda su boda con Fernando Álvarez en la iglesia de San Cipriano (Piloña). Fue la última en casarse allí. “Era el año 50”, recuerda su hijo, Fernando Álvarez. En el templo había misa cada domingo porque “era la iglesia de Mestres”, recuerda el piloñés. Ahora, el derrumbe de una de las esquinas del edificio evidencia la decadencia de lo que fue una ermita levantada en el siglo XVI.

La iglesia “empezó a decaer” hace medio siglo “por lo menos” y desde entonces “nunca nadie ha hecho nada por ella”. Los vecinos de Mestres son conscientes de que “no se van a recuperar las misas, nadie dice eso”; pero sí proponen un proyecto para consolidar las ruinas, porque el templo, alrededor del que celebraban la fiesta del pueblo en su juventud, “acabará cayendo”.

Pepi Sánchez, junto a la vegetación que crece en el interior del templo. E. S. R.

Hermenegildo Sútil, con fotos antiguas en mano, recuerda las “romerías y los bailes” que vivieron junto a San Cipriano. Y a punto de cumplir 90 años, también se acuerda de “cuando vinieron los rojos, sacaron los santos y los retablos y los quemaron aquí”, dice, indicando la finca sobre la que se levanta el templo. “La iglesia no la tocaron, pero luego vinieron los azules y pusieron en ella un polvorín y aquí –en la misma finca– tenían doce soldados los barracones”, rememora. Pero, con todo, “el templo siguió en pie”. Con el tiempo, el tejado empezó a deteriorarse y “una vecina, María Alverde, sufragó el arreglo”. Desde entonces, “aquí no se hizo más” y la iglesia legó a convertirse en un vertedero.

Hermenegildo Sútil, con una foto antigua frente a la iglesia.

Hermenegildo Sútil, con una foto antigua frente a la iglesia. Eva San Román

Hoy es pasto de una vegetación cada vez más frondosa. “Hay árboles dentro, nunca nadie la mantuvo”, lamenta Pepi Sánchez, a quien le gustaría “que la arreglaran y limpiaran para evitar su derrumbe, porque da mucha pena ver lo que fue y lo que tenemos aquí ahora, cayendo”. Y, además, advierte Sútil, “esto es un peligro. Ahora que ha empezado a caer, seguirá por otros lados y las piedras de esta esquina, cuando se derrumbaron, llegaban hasta la mitad de la carretera”. Por todo ello creen que consolidar las ruinas de San Cipriano no es sólo una cuestión de nostalgia, sino de seguridad.

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