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La Cofradía del Queso regala una pieza de gamonéu al Papa

El Pontífice envió a la entidad un mensaje de gratitud por el obsequio a través de su secretario de Protocolo, Guillermo Karcher

Favila Quintana –a la izquierda– y Guillermo Karcher, con la pieza de queso de Gamonéu regalada al Papa Francisco. | R. M. V.

De Cangas de Onís hasta el mismo Vaticano. El queso gamonéu ya es conocido también en Roma. Una pieza de unos dos kilos de la variedad del valle llegó hace unos días a la residencia del Papa Francisco. El queso fue un obsequio que la Cofradía del Queso de Gamonéu quiso entregar al Sumo Pontífice aprovechando la visita al Vaticano de su presidente, Favila Quintana Alonso, con motivo de un acto al que había sido invitado en la sala del Sínodo de la Santa Sede. Un acto al que también asistió el Papa el pasado 21 de septiembre.

La pieza, procedente de la quesería canguesa de Juan Sobrecueva, iba acompañada de una carta en la que se explicaba todo el proceso de elaboración de esta joya gastronómica del oriente de Asturias. También se detallaban las características del producto y se daba a conocer la zona geográfica donde se elabora el gamonéu (en los concejos de Onís y Cangas de Onís, en el parque nacional de los Picos de Europa y su entorno).

La cofradía dio cuenta en el escrito que acompañaba al regalo del “orgullo” que supone para ellos, para la comarca y para toda la región asturiana disponer de un producto de la calidad de esa variedad quesera. Un orgullo al que hay que sumar ahora que el gamonéu cuente con la “bendición” del Papa, que ya ha tenido la oportunidad de saborear el queso asturiano.

El presidente de la Cofradía del Gamonéu recibió un mensaje de gratitud por el obsequio procedente de Su Santidad a través de monseñor Guillermo Karcher, secretario de Protocolo y Ceremonial del Vaticano y persona muy cercana al Papa.

El gamonéu se elabora con leche de vaca, de oveja o de cabra, o mezclando dos o tres de ellas. El ahumado de las piezas se realiza con leña de especies autóctonas no resinosas. Las piezas maduran en cuevas hasta alcanzar los dos meses desde la elaboración de la cuajada. Su sabor es mantecoso en boca, con predominio suave de humo y un punto ligeramente picante.

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