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Cronista de Parres

El puente de Arriondas

La necesaria reforma del viaducto Emilio Llamedo Olivera

El puente que se pudo ver sobre el río Sella hasta la Guerra Civil, en la salida de Arriondas hacia Cangas de Onís y Ribadesella y a unos metros de donde el Piloña vierte sus aguas y se fusiona con el padre Sella, fue proyectado por el ingeniero, profesor y director de la Escuela de Ingenieros de Caminos y secretario del Ministerio de Fomento don Pedro Pérez de la Sala (Oviedo, 1827-Madrid, 1908). En mayo de 1860 Pérez de la Sala presentó el proyecto del puente y fue aprobado el 26 de julio de ese mismo año. Sería el 18 de septiembre de 1860 cuando el Boletín Oficial de la Provincia publicó el anuncio de la subasta de las obras del puente, cuyo presupuesto era de 702.956 pesetas.

Era director General de Obras Públicas don José Francisco de Uría y Riego (Cangas de Narcea 1819-1862).

Comenzada la obra se observó que la mayor dificultad era la cimentación de las pilastras sobre un cauce o fondo de arenisca, para ello se utilizó el sistema de cajones impermeables y dar bastante profundidad a la cimentación que se había previsto inicialmente. Los tajamares que dividen las aguas tomaron forma semicircular y ahí siguen como cimentación y sostén del puente que le sustituyó 80 años después. Tres grandes bóvedas esquifadas y sus correspondientes arcos escarzanos fueron la imagen del puente que daba entrada o salida a la villa parraguesa sobre el Sella. De Ozanes se empleó la piedra caliza de sus sillares y la mampostería procedía de las canteras de Pilanegru. Así vio discurrir la vida de nuestros abuelos hasta llegados los terribles años de la última guerra, cuando la barbarie que acabó con tantas vidas, edificios, monumentos y razones se llevó por delante el puente (como tantos otros miles volados en España).

Un puente provisional -con tramos de madera apoyados en los restos de las pilastras del derruido- hizo servicio mientras se forjaba un nuevo proyecto para el que ha llegado hasta hoy. El ingeniero Francisco González y González proyectó el nuevo puente sin bóvedas y con tramos rectos en hormigón armado, sobre todo por temor a las grandes avenidas del río que -por ejemplo- el 9 de septiembre de 1938 alcanzó casi los tres metros y medio de altura.

La obra requirió notables ajustes de ejecución, puesto que no se podía derruir el puente provisional hasta que el nuevo no estuviese concluido. Así, la obra fue alternando y aportando elementos nuevos mientras se deshacía de los provisionales. Era una obra de relativa urgencia y se ejecutó por administración. Se desescombró todo el material que no servía del puente anterior, junto con el extraído de los nuevos cimientos. El presupuesto fue de 278.878,57 pesetas. Las pilastras rectangulares volvieron a ser rematadas en sus frentes con tajamares semicirculares. El tablero recto de hormigón cambió la imagen del puente anterior y le dio diafanidad, además de un desagüe a prueba de las más feroces avenidas del Sella. Se conservó en la margen izquierda del mismo una parte del estribo original y en los sillares puede observarse que su talla fue minuciosa, con un ensamblaje que no dejó lugar a la improvisación ni a un deficiente y vulgar acabado.

Bautizado hace tres años como puente Emilio Llamedo Olivera (que fue durante 28 años presidente del comité organizador del Descenso del Sella y presidente de la Federación Asturiana de piragüismo en dos mandatos) sigue a la espera de una profunda puesta al día, pues presenta un lamentable aspecto en todos los sentidos, como es la ampliación de sus aceras o el cuidado estético de barandillas, farolas y otros elementos que le hagan digno del lugar que ocupa a la entrada de Arriondas y punto de partida del Descenso Internacional del Sella, la Fiesta de las Piraguas de Asturias.

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