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Historia de la Plataforma Ciudadana "Tito Bustillo"

La necesidad de tomar medidas en favor de la cueva, aparte de festejar su 50.º aniversario

Hay festejos por el 50.º aniversario del descubrimiento de la cueva Tito Bustillo (me alegro sobre todo por Jesús Manuel F. Malvárez y Adolfo Inda, los dos riosellanos protagonistas de la aventura), aunque también debería celebrarse tomando las medidas que hay que tomar. Llevamos años hablando de la contaminación del río San Miguel y de los eucaliptos, pero el Gobierno asturiano (responsable de la cueva, pero no propietario) sigue sin hacer nada. Nunca gustó en Ribadesella el nombre que en Oviedo le pusieron a la cueva y tampoco gusta que la expolien, como Napoleón en Egipto, y se lleven las piezas a la capital, en un viaje sin retorno. Y ofende un poco que no se quieran acordar de la plataforma, el colectivo ciudadano que peleó para que se hiciera justicia a su santuario paleolítico. Para que aquellos días de unión y dignidad no se olviden voy a condensar aquí seis años de lucha, una época en que la sociedad civil riosellana estaba bastante más viva que ahora. Tengo buen archivo, pues todo aquello fue para mí una experiencia vital y una especie de diplomatura en ciencias sociales, aunque por falta de espacio tengo que seleccionar lo más significativo.

La demanda riosellana echa a andar con dos pies: el Plan de Excelencia Turística (1998-1999-2000) y la creación de la Plataforma Ciudadana "Tito Bustillo" (2001). El plan, impulsado por el Ayuntamiento, trajo una inversión de 360 millones de pesetas y transformó la villa. Uno de sus puntales era la mejora de la gestión de la cueva en promoción, explotación, instalaciones y servicio, aunque sólo dio tiempo a mejorar la Cuevona, una obra que inauguró Sergio Marqués días antes de dejar la presidencia. Quedaba pendiente la ampliación de las instalaciones, actuar en otras cuevas y cambiar el modelo de gestión, objetivos asequibles con Marqués pero que se torcieron al entrar Álvarez Areces, máxime cuando intervino Rodríguez Vigil con la ocurrencia de Teverga. El consejero de la Vallina y la directora Ana Navarro ejercieron de muro y se opusieron a hacer réplicas de las pinturas en Ribadesella, y ahí entró en juego la asociación Foturi, que había firmado el plan de excelencia y participaba en las conversaciones con el Principado. Foturi organizó un encuentro con el alcalde de Santillana del Mar y un par de visitas al museo y la neocueva de Altamira, aún en obras, y de aquellos viajes regresaron los riosellanos exigiendo no ya unas humildes réplicas, sino un museo de Prehistoria.

Y Areces se negó en redondo, pues lo quería hacer en Teverga, mientras que a Ribadesella le prometía un parque jurásico de 2.000 millones de pesetas que nunca se hizo.

En mayo de 2001, tras un año de conversaciones infructuosas con la Consejería, las asociaciones Foturi, Aritur y Aicor se unen para rechazar los planes del Principado (un mero retoque del aula didáctica de 1985) y pedir unión al Ayuntamiento para reclamar juntos la réplica de la cueva y un museo con área de investigación en la cantera de Corcubión. El Consejero insiste en su negativa, por lo que las tres asociaciones convocan al resto de colectivos y queda constituida la plataforma ciudadana, que lideraría sin desmayo la reivindicación del pueblo riosellano y su oposición a que se hiciera el museo en Teverga con tan perverso uso de los fondos mineros. El primer acuerdo de la plataforma es convocar una manifestación en repulsa del plan para Teverga y en demanda de réplicas de las pinturas en Ribadesella, y se fija para el 31 de julio. Son días de movilización en la villa pero también en el Gobierno regional, pues a los dirigentes de la plataforma les cayeron presiones (incluida la del líder del partido en la comarca), descalificaciones y también alguna zanahoria, pues Areces los citó en Oviedo para prometerles que no habría réplicas de Tito Bustillo en Teverga, una mentira que quedó hondamente clavada en los riosellanos. La manifestación congregó a 1.500 personas -lo nunca visto en la villa-, cerró el comercio y la hostelería y fue un ejemplo de unión y civismo. Como dato curioso, en la cabecera iba Adriana Lastra representando a JJ SS, mientras que el PSOE de Roberto Pire se quedó en casa.

Todos los demás partidos, sindicatos, asociaciones empresariales y hasta el párroco Eugenio Campandegui -que cerró la iglesia y se agarró a la pancarta- se sumaron a la protesta.

Tras el éxito de la movilización el PSOE comarcal -liderado por Trevín- asumió desde la mancomunidad oriental la misión de frenar a los riosellanos. Se negó a ayudar a Ribadesella, aceptó lo de Teverga e inventó un "plan prehistórico" para la comarca que desde el principio se vio que era fruto de la improvisación y del afán de neutralizar la lucha de Ribadesella. Fue, además de una mezquindad sonrojante, una irregularidad avalada por la propia Consejería de Cultura, que delegaba sus funciones en Trevín, quien ejercía de facto el liderazgo de una mancomunidad esclerotizada y sin verdadera política comarcalista. Sólo servía ya para repartir los fondos Leader y como instrumento de control político, nada que ver con sus objetivos fundacionales.

La disolución del organismo dio allí su primer gran paso y el "plan prehistórico" -que nunca tuvo proyecto serio ni financiación- cayó en el olvido de sus propios promotores una vez que había servido para sus fines instrumentales. Ni Trevín ni Areces volvieron a mencionar la Prehistoria ni la comarca desde sus puestos de las Cortes, uno en el Congreso y otro en el Senado.

Quien sí decidió apoyar un museo para Ribadesella fue García Valledor, consejero de IU con Areces tras su pacto de gobierno. Valledor fue quien llevó a la Junta General en octubre de 2001 una moción para una gran inversión museística en Tito Bustillo que fue aprobada por unanimidad y que provocó la publicación de un comunicado por Trevín y Alfredo García acusando al Grupo Socialista de "haberse equivocado" al votar sí. La FSA, controlada ya por Javier Fernández, los llamó "irresponsables" y les ordenó que "callaran la boca", pero al poco tiempo ya eran una piña y el museo volvía a peligrar, por lo que la plataforma anunció otra manifestación para el 30 de noviembre, reclamando el cumplimiento del acuerdo de la Junta. Asistieron todos los líderes regionales (salvo los de PSOE y UGT) y las asociaciones turísticas de la comarca. Los dirigentes de la agrupación socialista local, que habían perdido la confianza en Areces por las promesas incumplidas, apoyaron esta vez la protesta riosellana con tanto ahínco que, desoyendo las indicaciones de la organización, ocuparon tres lugares en la pancarta de la cabecera y dejaron sin sitio a los diputados Noemí Martín, de IU, y Juan Carlos Guerrero, de URAS. Fue un botón de muestra del errático comportamiento de Pire y sus próximos, pues a continuación dieron otro bandazo y se volcaron en el intento de dividir y desprestigiar a la plataforma, aunque sin éxito. Todo está escrito y de todo hay documentación abundante.

La víspera de la manifestación llegó a la villa el primer anuncio del apoyo a Ribadesella del ministro Álvarez-Cascos a través del 1% dado por la comisión mixta de Fomento y Cultura para un museo de Prehistoria de la categoría y ambición de Altamira, justo lo que reclamaban la plataforma, el Ayuntamiento, la sociedad y todos los partidos excepto el PSOE. Y ése fue el comienzo de una guerra sin cuartel de Areces y Trevín contra Cascos, utilizando a Tito Bustillo como munición y exigiendo que los fondos asignados a Ribadesella se repartieran entre toda la comarca, algo que irritó mucho a los riosellanos. La guerra de los políticos tuvo su reflejo en las asociaciones, pues la federación oriental Foratur (impulsada por Foturi y boicoteada por otros) no quiso apoyar a Ribadesella ni condenar lo de Teverga, la ocurrencia que tanto perjudicaba al patrimonio comarcal.

Foturi abandonó la federación, que desapareció en pocas semanas. Álvarez-Cascos fue el principal defensor de un Museo de Prehistoria y Centro de Investigación, y fue el que más dinero comprometió, 12 millones, ampliables a 15 en caso de necesidad, tal como comunicó personalmente a los dirigentes de la plataforma en su visita a El Carmen durante la exposición del Ordovícico.

Areces, que quería un proyectín que no hiciera sombra a Teverga, quedó fuera de juego, mientras que el alcalde Miranda ya podía abordar un museo en solitario, opción que le desaconsejó vivamente la plataforma, pues sus dirigentes siempre defendieron la moderación, el diálogo y la cooperación entre administraciones. Por eso se vio tan feo el detalle del presidente Areces rodeado de guardias civiles en las Piraguas de 2002, como si tuviera miedo a los riosellanos. Durante la campaña electoral de 2003 presentó su plan para Tito Bustillo, que consistía en una maqueta y nada más, un acto de displicencia política y cultural que le supuso una severa derrota en la villa e incluso en Asturias, donde perdió la mayoría. Algo tuvo que ver en ello su pésima gestión del problema riosellano, que estaba en la prensa un día sí y otro también.

El nombramiento de Ana Rosa Migoya y Carlos Madera al frente de la Consejería de Cultura empeoró las cosas hasta el punto que al Ayuntamiento no le quedó más opción que encargar un proyecto en solitario, una maravilla diseñada por un estudio barcelonés en equipo con Mediapro. Y en marzo de 2004, tras la inesperada derrota del PP tras los sucesos de Atocha, la situación de Tito Bustillo dio un vuelco y el museo se quedó sin soporte económico, pues lo primero que hizo el Gobierno de Zapatero fue eliminar la mayoría de las inversiones comprometidas por Cascos, con gran alegría de Migoya, que regresó de Madrid radiante con la noticia. Una mínima parte de los fondos para Ribadesella pudieron salvarse y sirvieron para que el Ayuntamiento pagara a los autores una parte del proyecto ya redactado, tras lo cual les fue rescindido el contrato y transferido al Principado, que lo pagó a medias con Madrid no sin haberlo jibarizado en tamaño, en contenidos y en presupuesto. Areces, Migoya y Madera lo despojaron de todo lo original e interesante (restitución virtual de la cueva, pantalla 3D, ascensor panorámico a Ardines, parque magdaleniense...), lo transformaron en aula didáctica, lo bautizaron como "Centro de Arte Rupestre" y lo inauguraron en 2011, ejerciendo Ramón Canal de alcalde satisfecho. Por supuesto, la plataforma, el verdadero catalizador de las aspiraciones riosellanas en todo el proceso, no fue invitada a la inauguración -en realidad, un mitin-, mientras que quienes menos lo habían merecido editaron folletos a color atribuyéndose todos los méritos.

El único elemento coincidente entre el proyecto defendido por la plataforma y la instalación final es la ubicación en la cantera de Corcubión, el solar elegido por la plataforma frente a otras opciones peregrinas. El edificio me parece aceptable, aunque está severamente recortado respecto al primer diseño. Y el programa museográfico es para echar a correr y no parar. Últimamente están sonando voces que vuelven a pedir que se hagan réplicas de las pinturas fuera de la cueva, pues solamente se hicieron (y bastante mal) del Camarín de las Vulvas. Me sumo a esa demanda y pido que se haga la restitución virtual de la cueva tal como estaba en el proyecto. Y que se instale en el edificio de la cantera, retirando todas las baratijas que haga falta.

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