Ángel FIDALGO

El sol respetó ayer la misa en honor de Nuestra señora de La Esperanza, La Balesquida, que fue oficiada por Luis Legazpi y cantada por el Coro Reconquista. Asistieron un centenar de fieles, que son los que más o menos entran apretujados en la pequeña capilla.

Al finalizar la ceremonia, como es tradicional desde mediados del siglo pasado, el fiscal y el juez de la cofradía, Pedro Pérez Escotet y Gabriel Argüelles repartieron entre los fieles unos seiscientos bollinos de cuernos benditos, una tradición que se remonta a la época en que José Joaquín Matamoros fue el mayordomo de la cofradía durante casi cincuenta años, recordó José Luis Felgueroso, vocal de la Sociedad Protectora de La Balesquida.

«Ya perdí la cuenta, pero hace muchos años que vengo con mi hermana, porque siempre tuvimos mucha devoción por La Balesquida, y lo de recoger el bollo siempre lo hacemos», comentó a la salida Enedina García, que le pareció que este año había más gente.

Unos bollos que o se comen a la comida o se guardan en la panera o en los lugares más insospechados de una casa durante todo el año. «Como están benditos me da no sé qué comerlo», señalaba María Sánchez, al tiempo que entonaba el clásico lamento por el paso del tiempo: «ya no me van a quedar muchos años para venir a La Balesquida». Mientras tanto, un grupo de asistentes echaban de menos al mendigo que durante muchos años se apostaba en la puerta de la capilla, de la que era también guardián, y que evitó más de un robo en el cepillo. Era conocido por el apodo de «Noreña».