David ORIHUELA

Conducir a 30 kilómetros por hora por el centro de Oviedo, algo que será obligatorio la próxima semana cuando entre en vigor la nueva regulación del tráfico, requiere mucha paciencia y capacidad de soportar situaciones inesperadas. Hay calles en las que hay que frenar para no alcanzar al coche de delante, y otras en las que por el retrovisor se refleja la impaciencia y hasta el cabreo del que va detrás, que además lo hace saber haciendo sonar el claxon con insistencia. En cuanto a las sorpresas, llegan especialmente por la noche. Ir a 30 por hora es ir francamente despacio, y puede llegar incluso a incitar a que las prostitutas del Campillín miren con insistencia al conductor, invitándole a parar. Los peatones miran también con recelo a un coche que pasa tan despacio, y el que conduce llega a sentir cierta ansiedad, casi miedo, porque piensa que hasta la propia Policía sospecharía de que el conductor busca algo o a alguien.

Por el día las cosas cambian. Los estudios de la Policía dicen que la velocidad media en Oviedo oscila entre los 25 y los 28 kilómetros por hora. Pero claro, es una media. Mantener esa velocidad constante es un ejercicio que puede ser arriesgado. Cuando no se sobrepasen los 30 por hora la media bajará casi a la mitad, si es que se cumple la normativa. Hay calles en las que es imposible ir rápido sin riesgo de chocar o atropellar a alguien. Un ejemplo es General Zuvillaga. Pero hay otras que a 30 por hora proliferan la serenata de pitidos y los gestos groseros. Un buen ejemplo es Toreno.

Un recorrido por el centro de la ciudad arroja las conclusiones anteriores. En General Zuvillaga las señales y los «cojines berlineses», badenes de goma, indican que se entra ya en la zona en la que las bicicletas tienen preferencia. El coche circula a 20 por hora y sale del semáforo que da acceso a la plaza de América. En contra de lo que pudiera parecer, donde más rápido se circula es en el interior de la rotonda de la plaza de América. A 30 por hora y girando los coches pasan por izquierda y derecha dando acelerones. En la avenida de Galicia, los que están aparcados en doble fila obligan a que el freno desactive el limitador de velocidad fijado en 30 kilómetros por hora (hay modelos que no dejan ponerlo para ir tan despacio). Aquí, a 20 por hora y gracias. Otro cruce. En el entronque con Santa Susana de nuevo acelerones. Parece que los conductores tienen prisa por ser los primeros en llegar a esta calle. Pero al final coinciden parados en el mismo semáforo, junto a los Carmelitas.

En Santa Cruz, con dos carriles de bajada, los conductores apuran para pasar en verde los semáforos con Cabo Noval y Fruela. Se pegan al culo del coche y presionan para que el lento acelere, pero hay que mantener la calma y ver cómo a lo lejos se ponen en rojo los semáforos, que se hubiesen sorteado a 50 por hora. Lo más complicado está en Toreno. El atasco sólo deja un carril libre para subir, y a 30 por hora supone que unos cuantos se acuerden de toda tu familia.

Es sólo una prueba, pero indica que hay calles en las que no superar los 30 por hora requiere mucho autocontrol para no acelerar y pasar los semáforos en verde o simplemente para no contestar a los que increpan al cauto desde los otros coches, mucho más veloces.