Tengo el síndrome de los músicos del «Titanic», que optaron por cumplir con su obligación de amenizar al pasaje, al margen de las circunstancias; que cada palo aguante su vela. Por eso vengo con otra canción de cuna, el «Wiegenlied», de Brahms, Op. 49-IV, para que mis lectores duerman mejor y lleguen descansados al alba. «Guten abend, gute nacht...», «Buenas tardes, buenas noches, deslízate por el edredón, mañana por la mañana, si Dios quiere, volverás a despertar». Brahms la compuso para animar el espíritu de la hija de Schumann, que se extinguía en la cama. Hay milagros que se inducen con un piano y el resplandor del genio. Escuchadla. De amanecer en amanecer llegaremos a fin de mes. Hoy me quedo entre sábanas, no soy profundo; hoy vengo sin retranca y no hay que leerme dos veces. Escuchad la nana de Brahms y mañana será otro día.