A. PAREDES

Curro Carreses, director de escena y participante en una mesa redonda en el Colegio de Abogados de Oviedo sobre la violencia de género en el teatro lírico universal, dijo ayer que «el amor y la lucha de sexos es una constante en la ópera, aunque lo que varía es el tipo de público. En el teatro lírico hay una parte importante de mujeres protagonistas que sufre maltrato y violencia que, en el momento en que se escribió el libreto, no era percibida como tal por el público, algo que no sucede ahora. Ahí tenemos, por ejemplo, el personaje de Desdémona en "Otelo", en que ella asume el papel de víctima e, incluso, llega a dudar de si ha hecho algo malo para merecer lo que le pasa».

Otros personajes que citó a modo de ejemplo fueron el de Nedda, de «I pagliacci», y el de Carmen, cuya actualización de la violencia contra una mujer que reivindica su libertad se hizo patente en la versión de Calixto Bieito. De la misma opinión fue la también directora de escena Susana Gómez, quien señaló que «mientras en el Barroco los roles en la ópera están más establecidos y es complicado discernir la violencia sobre la mujer, es sólo cuando entramos en la época romántica cuando es posible incidir en cuestiones más interesantes y que hablan sobre la violencia de género». Puso como muestra, entre varios ejemplos, a la protagonista de Lucía de Lammermoor y, en la zarzuela, a Marola en «La tabernera del puerto».