Javier NEIRA

Documentos, cartas, privilegios, actas, órdenes, fundaciones... la exposición sobre el ovetense Alonso de Quintanilla -arquitecto del primer Estado moderno- montada en el Archivo Histórico de Oviedo es, en la misma materialidad de lo mostrado, una prueba del gran alcance y elevada calidad del personaje: ahí están las armas formales que blandió en su exitosa batalla contra el feudalismo.

Quintanilla nació en 1420 en Paderni, a sólo tres kilómetros del centro de Oviedo, e hizo una formidable carrera al lado de Isabel la Católica. En la exposición se recogen los cuatro períodos esenciales de su vida: el paso de Asturias a Medina del Campo y el acceso a la corte; las dudas que le agitaron en las peleas dinásticas, el formidable poder logrado al lado de los Reyes Católicos como hacendista, político, diplomático y militar y, finalmente, su legado personal.

La muestra, instalada en una sala de la antigua cárcel modelo, es muy modesta y se articula en apenas 12 vitrinas de las que diez recogen documentación y las otras dos objetos y monedas de la época.

En la primera vitrina se presenta una orden de los Reyes Católicos al corregidor del Principado para que nombre procuradores en el pleito promovido por Quintanilla contra el propio Principado para hacer valer sus derechos en la escribanía de la Audiencia asturiana. Es de 1493, apenas siete años antes de su muerte, y refuta la idea de que se desentendió de su tierra. Al lado, un documento del propio Quintanilla, de 1486, que fija un juro de 7.700 maravedíes situado en Grado a favor de la Catedral para que rinda memoria funeraria en Santa Clara a sus padres y esposa, enterrados en ese convento ovetense.

En sucesivos mostradores se exhibe, por ejemplo, la concesión de Enrique IV «a mi guarda e vasallo» Quintanilla de 60 piezas de oro en la alcabala de vino de Oviedo y otro documento, de 1457, del marqués de Villena -que fue su protector y después enemigo- en el que renuncia a favor del ovetense, al que califica de criado, de 40 cargas de trigo, 20 de cebada y 120 cántaros de vino de la alcabala de vino de Oviedo.

La inmensa fortuna de Quintanilla, que financió de su pecunio la conquista de Canarias y en parte el Descubrimiento de América, se labró con constantes concesiones de los reyes y nobles, sin duda merecidas. Y es que ya en 1464 el rey, como se ve en uno de los mostradores, le concedió la escribanía mayor del Reino por 12.000 maravedíes.

En distintos estantes se muestran tres documentos del rey Alfonso XII de Castilla que pueden inducir a error. Se trata de Alfonso, hermano de Isabel la Católica, al que por un tiempo sirvió Quintanilla y que en las pugnas por la corona fue intitulado como monarca aunque no figurará en la sucesión dinástica. Alfonso XII, con tal nombre, no aparece hasta finales del siglo XIX.

En la colección expuesta buena parte de los documentos son del monasterio de San Pelayo y piezas como una anforeta, una jarra, una hucha y monedas se conservan en el Museo Arqueológico de Oviedo con procedencia de excavaciones en solares de la calle de la Rúa.

El contraste entre la modestia de la exposición y la altísima figura de Quintanilla es excesivo.