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A mitad de Cuaresma, en Oviedo, "partió la vieya"

Sobre una tradición medieval ya desaparecida

A mitad de Cuaresma, en Oviedo, "partió la vieya"

Partió la vieya". Así titulaban en el periódico "El Faro Asturiano", en marzo de 1865, una gacetilla. A propósito de esta frase, decía el cronista de la época que ningún ovetense puede ignorar el sentido de estas palabras y lo que significan. Continuaba explicando: "Es una frase característica del país, que la oímos en nuestra niñez, en nuestra juventud, en todas las edades; que es objeto de terror para los niños y de reflexión para los viejos". Lo cual indica que se trataba de una fecha importante dentro del calendario festivo ovetense.

Duros años aquellos en que, bajo el rígido mandato de la Iglesia, en Cuaresma, el buen cristiano, a imagen y semejanza de los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, debía proclamar y reforzar su fe por medio de la penitencia. No todo el mundo era feliz con ello, ni estaba de acuerdo con esta temporada de ayuno y abstinencia; obsequio anual obligatorio de seriedad y rigores indeseados, por otra parte, tan pródigos para la mayoría de la sociedad, eso sí, a lo largo de las cuatro estaciones. Ya sabemos que harto ayuna quien mal come.

Ya ven, hasta finales del siglo XIX, en el tercer miércoles después del de ceniza, que señala la mitad justa del tiempo de Cuaresma -no venía nada mal un pequeño respiro para recibir, como merecen, las bondades de la primavera, y despedirse, con infinita alegría, de los rigores del invierno- se celebraba en Oviedo "partir la vieya" que, por otros lugares denominan como "aserrar la vieja, matar la vieja, día de la vieja...".

Pues el día señalado, al son de la medianoche, una vieja escuálida, famélica, andrajosamente vestida; con nariz ganchuda decorada con un sobresaliente forúnculo; encorvada por el peso de los años y unos ojos malignos; según la tradición, aparecía en un paseo (elijan ustedes entre Bombé, Herradura, Curas, Rosaleda...) del Campo y, con paso lento y vacilante, dirigiendo furiosas miradas a todo aquel que se cruzase en su camino, se dirigía hasta el totémico "Carbayón"; el tantas veces centenario roble, derribado en 1879, origen del célebre gentilicio, que estaba enraizado en lo que hoy es calle Uría, vía abierta en 1874.

La vieya se situaba bajo el enramado del añoso ejemplar, apoyaba el cayado en el grueso y nudoso tronco, se hincaba de rodillas y, durante muchos minutos, se dedicaba a ejercer de plañidera: platicaba con voz lastimera, gimoteaba, se lamentaba e imploraba con sonoros gritos cuando, de pronto, se escuchaba una explosión, tan fuerte, que aterraba a los niños; les hacía despertar muertos de miedo y refugiarse en el regazo de sus madres que, pronto, con sus caricias, lograban tranquilizarlos, para quedarse dormidos de nuevo.

A la mañana siguiente la pregunta de rigor: "mamá, ¿qué fue aquel gran ruido que esta noche nos despertó y nos hizo llorar?", "nada hijo, la vieya que, al partirse, provocó un gran estruendo, desapareciendo por los aires sus dos mitades, llevándoselas el diablo. Casi, casi, como si del coco se tratase...".

En Oviedo y en otras localidades de España, Francia y Portugal, la Cuaresma del Medio, que se remonta a la Edad Media, eran días de bailes, máscaras, placeres carnales... En la actualidad se celebra, principalmente, en Callosa del Segura (vega baja del Segura) y en Arriate (Málaga). En Portugal "Sierran la Vieya", y en Francia, Mi-Carême, también llamada fiesta de las lavanderas; todas ellas tienen en común que se celebran fuera del período tradicional de Carnaval. Esto es lo único que se sabe de esta tradición, hoy desaparecida como tantas otras, en las que, además, se quemaban las cosas viejas para hacer desaparecer los malos presagios. Decía don Constantino Cabal que "el "partir la vieya" era una fiesta pagana completamente idéntica al Antroxu. En el Oviedo de "entonces" dejara un recuerdo oscuro; el resto de la provincia, si llegó a conocerla, que es probable, ya "entonces" la olvidara totalmente. Fue la Cuaresma, sin duda, con su profunda fuerza religiosa, la que en Asturias la hundió".

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