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Bueno: "Al caer la Unión Soviética empieza la época del fundamentalismo olímpico"

El filósofo cuestiona, en sus cursos magistrales, "la religión del músculo" y sostiene que "nadie sabe qué es el deporte, sólo saben quién es Messi"

Gustavo Bueno imparte su clase magistral en el salón de actos de la sede de su Fundación. SERGIO FERNÁNDEZ

El fundamentalismo religioso y el científico han dado paso en la época contemporánea al fundamentalismo olímpico. El filósofo Gustavo Bueno expuso esa tesis ayer, durante el curso dedicado a los fundamentalismos que imparte desde hace varias semanas en la sede de su Fundación en Oviedo, y la validó con una retahíla de conceptos, episodios históricos y mitos ante cerca de una treintena de alumnos atentos. "Nuestra época, entendida como la que empieza con la caída de la Unión Soviética, es la del fundamentalismo olímpico", declaró.

Hizo esa afirmación tras haber citado al barón de Cubertin, el inventor de los juegos olímpicos contemporáneos, que promulgaba "la religión del músculo". Gustavo Bueno cuestionó ese culto al deporte, empezando por la raíz misma del asunto, como tiene por costumbre. "Nadie sabe qué es el deporte, saben quien es Messi, pero ninguno sabe decir qué es el deporte", puso en evidencia.

A lo largo de una clase magistral que duró varias horas, Gustavo Bueno explicó que "en los juegos olímpicos no se hacía deporte, porque no existía el deporte. Eran juegos religiosos a los que podían acudir todos los que fueran griegos y no esclavos". Su teoría es que "eran una especie de concurso religioso para que los esclavos se dieran cuenta de que los señores tenían más fuerza física que ellos", lo que consecuentemente debería disuadirles de rebelarse. "Los señores tenían más fuerza que los esclavos, no más inteligencia", demostraban los juegos olímpicos en la antigua Grecia, según Bueno, y eso era suficiente para mantener controlados a los esclavos.

Antes de llegar a ese punto, el filósofo aclaró que la expresión "fundamentalismo científico" surgió, muy probablemente, "por contagio" de la de "fundamentalismo religioso", que es anterior. Además, corrigiendo las visiones simplistas del asunto, afirmó que "hay fundamentalismos que no son terroristas". "La teoría de los números de Platón no es terrorista, en principio", puso de manifiesto, y ello a pesar de que cae dentro del terreno del fundamentalismo científico.

Bueno dedicó una buena parte de su discurso a hablar de religión. "La propia religión es un concepto equívoco", reflexionó ante sus discípulos, entre los que estaba su hijo, Gustavo Bueno Sánchez. Y a partir de ahí desgranó teorías y mitos. Contó la parábola de Lessing de los tres anillos, sobre el origen de las tres religiones del Libro, que sostiene que judíos, cristianos y musulmanes son hermanos a los que el padre -Dios, se supone- entregó su herencia en forma de un anillo a cada uno.

Habló también de Rousseau: "Decía que la religión natural está escrita en el corazón de los hombres", y a continuación desmontó esa afirmación haciendo ver que "la naturaleza es un mito" y que "es imposible saber lo que es un hombre". Y en lo que se refiere al cristianismo explicó, entre otras cosas, que "es totalmente materialista, empezando por la encarnación de Cristo, la comunión de la carne de Cristo y la resurrección de la carne".

El salto del fundamentalismo religioso al olímpico lo dio Bueno, con una pizca de ironía, con el relato del martirio de San Policarpo: "Atrapan al obispo de Esmirna y le dicen: jura al emperador y quedas libre, pero él no puede hacerlo y el pueblo pide que salgan los leones. Como ya era tarde lo queman en medio del estadio".

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