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JAIME ÁLVAREZ-BUYLLA | Médico, recibe el premio "Paul Harris" del Rotary Club de Oviedo

"Hay que votar siempre con la cabeza y no dejarse llevar por el corazón en las urnas"

"Lo bueno, como la belleza, hay que decirlo, pero lo malo es mejor callarlo"

Jaime Álvarez-Buylla. RUBÉN IBÁÑEZ

Jaime Álvarez-Buylla (Oviedo, 22 de julio de 1931) se pone una corbata "azul Oviedo" y escucha la quinta sinfonía de Beethoven bajo la batuta de Leonard Bernstein mientras pasa las páginas de los álbumes de fotografías del Centro de Rehabilitación de la Seguridad Social para preparar esta entrevista. Médico jubilado y presidente de la Sociedad Filarmónica, recibe mañana el premio "Paul Harris" del Rotary Club "por toda una vida dedicada a la medicina y a la cultura" durante una cena-homenaje en el hotel de la Reconquista, a partir de las nueve de la noche.

-Los rotarios le premian por su trayectoria profesional y su labor filantrópica. Le veo muy tranquilo antes de recibir el homenaje.

-Es que creo que no me lo merezco. Sólo me he dedicado a ejercer como médico de 1958 a 2001, cuando me jubilé, y a disfrutar de la buena música. He trabajado con profesionales estupendos que se lo merecen muchísimo más que yo. Estoy algo abrumado la verdad.

-En el Centro de Rehabilitación, que pertenecía al Ministerio de Trabajo, ayudó a muchos pacientes.

-Es verdad pero tenía muchos colaboradores y aprendí de los mejores, como del director de la Ciudad Sanitaria "Nuestra Señora de Covadonga", Luis Pérez Silván. Allí dábamos talleres de encuadernación, imprenta, relojería o zapatería, entre otros. Los alumnos eran en realidad enfermos que habían contraído una incapacidad y no podían volver a su antigua profesión. Es decir, salían del centro con una nueva capacitación profesional. Las clases de encuadernación fueron un éxito y el salvavidas de mucha gente gracias a los buenos consejos de Manolo Gonfer, el mejor encuadernador que existe.

-¿Por qué se hizo médico?

-Yo era ahijado del médico Antonio Getino y creo que eso influyó un poco. Eso sí, creo que la vocación no aparece de repente, lo que aparece es la inclinación. Y eso me ocurrió a mí. Estudié Medicina en Valladolid porque aquí todavía no había facultad y tras hacer una sustitución en San Claudio, donde lo pasé bomba, hacer prácticas en el Hospital Provincial, ir a la Clínica nacional de Accidentes de Trabajo, en Madrid, y tener algún que otro destino, me quedé en Oviedo, que era lo que quería. En mi ciudad.

-¿Qué opina del clima político de la ciudad? ¿Cómo será la próxima corporación municipal?

-Que lo arreglen los políticos porque a los ciudadanos sólo nos corresponde elegirlos. Lo que me parece es que hay que votar siempre con la cabeza y no con el corazón en las urnas. La crisis económica ha hecho que muchas personas caigan en la desesperación y voten por impulso y por enfado.

-Usted no parece que se enfade muy a menudo. Es más de piropear.

-Por supuesto. Lo bueno, como la belleza, hay que decirlo siempre, pero lo malo es mejor callarlo. Vamos, que la belleza nunca cansa.

-¿Se acuerda de la primera vez que fue a la ópera?

-Hombre claro, ¡Cómo lo iba a olvidar! Asistí a una función que mezclaba retazos de varias óperas, en el teatro Principado, que ya no existe. Cantaba Pepita Rollán y el padre de Plácido Domingo. Aquel teatro era bárbaro. Allí vi "Madame Butterfly" y "La Traviata", en 1941, cuando hubo un ciclón.

-¿Un ciclón en Oviedo?

-Sí, sí. Un ciclón que tiró doscientos árboles del Campo San Francisco.

-Además de mirar al pasado, también mira al futuro. Maneja el ordenador perfectamente.

-Hago lo que puedo, al menos, contesto todos los correos con puntualidad.

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