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Colloto

El párroco busca aparcamiento

El sacerdote José Manuel Pidal denuncia un "acoso policial" con "mordidas de 200 euros" por falta de estacionamiento en Colloto

La hostelera Paulina García sirve un café a un cliente. En el círculo, la calle Luis Suárez Ximielga, con coches aparcados. MARÍA GÓMEZ

"Esto es una persecución continua de dos 'multadores', uno en moto y otro en coche, que se dedican a hacer mordidas de 200 euros a la clase trabajadora de Colloto". Alto, claro y sin pelos en la lengua. Así habla el párroco de la iglesia nueva de Colloto, José Manuel Pidal, cuando se queja de la falta de plazas de estacionamiento en la localidad y especialmente en el entorno de su parroquia; la calle Luis Suárez Ximielga. El sacerdote no sólo pide poder dejar su coche cerca de la puerta del templo, donde tiene su despacho, sin encontrar un "recado" en el parabrisas, sino también que el resto de vecinos viva tranquilo. Sobre todo los bares y la confitería de esa calle "porque no atraviesan su etapa más boyante". Eso sí, Pidal, aclara que no busca privilegios, "sólo defiendo mis derechos".

La calle Luis Suárez Ximielga es una vía ancha, que incluso algunos vecinos llaman plaza, con espacio suficiente para dejar vehículos a ambos lados. Pese a que no se puede estacionar, "a la fuerza ahorcan", cuenta el párroco, para quien los huecos de aparcamiento de Colloto son "a todas luces insuficientes". El sacerdote encuentra adeptos a cada paso. Quien más, quien menos ha pagado alguna vez una sanción de tráfico en la zona oeste de Colloto -perteneciente a Oviedo- y en cuanto oye la palabra "multa", entra al trapo.

"Esto ye tremendo, a mí parezme que nos están acosando". Paulina García, "Pauli", la propietaria del bar La Fontica (en la calle de las multas) cree tener la explicación "más lógica" para este flujo continuo de coches mal aparcados. "Aquí viene mucha gente de Faro o de Limanes para acudir al médico o a comprar a la farmacia, y claro, nunca encuentran sitio porque está todo ocupado, o al revés, lo poco que hay lo ocupan ellos. También muchas personas trabajan en Oviedo o se van a pasar el día allí y dejan el coche en Colloto. Vamos, que no hay quien aparque. Es un dolor".

Pidal ha ido ya dos veces a la Policía Local de Oviedo para buscar una solución. La primera, "no me hicieron ni caso". La segunda, le dijeron que solicitase por escrito una plaza especial frente a la puerta de la iglesia, que supone el pago de una cuota fija aún por determinar. Al párroco no le parece mal, aunque le ve alguna pega y sigue reclamando estacionamiento para los vecinos. "Ya dispuse de una plaza así hace años, pero terminé renunciando a ella porque no tenía señalización en el suelo y me la invadían continuamente sin darse cuenta. Como era muy violento para mí echar a la gente, al final la dejé". Tras esta experiencia, el sacerdote pide, al menos, que pongan un rótulo en el suelo que indique que el estacionamiento está reservado, pero no se hace muchas ilusiones "porque ya me han dicho que pondrán una señal vertical, que yo creo que se ve menos".

En los bares de Luis Suárez Ximielga las tertulias sobre las multas son habituales. "Menos mal que si pagas antes de quince días la broma te queda en cien euros, que si no...". "Pauli" está acostumbrada a salir corriendo de detrás de la barra para advertir a algún cliente o al párroco de que le están multando o de que la grúa le está llevando el coche. "Y ya no le digo nada de lo que pasa durante los funerales. Eso es bastante dramático", insiste la hostelera que asegura que las rondas de la Policía Local le quitan clientela. "Ya me dirá usted la gracia que le hace a cualquiera venir a sidras y pagar 200 euros de más.".

El párroco de la iglesia nueva le da la razón y relata el "último regalo que me dejaron en el coche". Acudió el martes al templo con un técnico de sonido para examinar el sistema de megafonía -estropeado desde hace tres domingos- y ambos, cura y operario, recibieron una multa a la salida. "Pobre hombre, era un modesto trabajador que no se merecía aquello. Las autoridades municipales deben dejar de maltratar a Colloto, porque somos tan buenos ciudadanos como el resto". "Eso, diga usted que sí", corean los parroquianos, los de misa y los del bar.

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