El fútbol, que había iniciado su andadura en Inglaterra, algunos años después, a finales del siglo XIX, surgió en España gracias a las colonias de trabajadores ingleses en las Minas de Riotinto, en las Fundiciones Iberia y La Aurora en Águilas (Murcia), en Puertos como el de Sevilla, Barcelona, Bilbao y Vigo.

Cuando recalaban marineros en nuestros puertos, tanto para embarcar como desembarcar manufacturas, máquinas y otras mercancías, la escala solía prolongarse varios días en los que el ocio y la diversión eran su plato fuerte. Una de sus aficiones, sobre todo en tierra firme y entre la juventud, era jugar a fútbol, bien entre ellos mismos divididos en dos bandos o frente a jóvenes autóctonos de cada puerto si la ocasión se terciaba. A menudo, la situación predominante era la primera, pero con el paso del tiempo la segunda fue adquiriendo relevancia y aquel extraño deporte fue calando y sumando admiradores que, al cabo de algunos años, llegaría a convertirse en verdadera pasión. En los primeros años del siglo XX este deporte empezó a practicarse con cierta asiduidad y así fue gracias a los estudiantes de las clases más acomodadas que, tras cursar sus estudios en colegios de las islas Británicas, donde descubrieron ésta novedosa actividad deportiva, la fueron practicando y difundiendo a su regreso a España.

Fueron surgiendo equipos por nuestra península, en especial, en ciudades costeras. Ciudades como Sevilla, Barcelona y Bilbao, ven cómo van surgiendo clubes de "foot-ball" a la expectativa de que fueran llegando barcos con marineros dispuestos a desafiarles en un duelo o 'match'; así nació el "Huelva Recreation Club", sustentado por el Seaman's Institute, el "Sevilla F.C.", por la McAndrews & Company Ltd., el " Sporting Club Aguileño", el "Exiles Cable Club o el Athletic Club de Astilleros" pudieron mantenerse vivos aun a falta de rivales en sus inmediaciones, excepto la "S.F. Barcelona" que sí los encontró en casa o muy cerca de ella.

El auge más rápido y la más temprana aparición de los clubes de futbol españoles tuvo lugar, en las principales ciudades portuarias del Norte de España como Barcelona, Vigo, La Coruña, Gijón, en ciudades interiores como Oviedo y Madrid, y en Jerez de la Frontera, Sevilla y Huelva en la zona Sur Penínsular.

Con la iniciativa de personas como Pedro Rubín, Santiago de la Riva y otros, en 1903 ya existía un equipo que bajo la denominación de "Oviedo Foot-ball Club" disputaba partidos en la zona del campo de maniobras, así como en diversos puntos de la geografía asturiana, midiendo sus fuerzas con otros conjuntos pioneros de otras localidades.

Pronto surgieron multitud de equipos por las distintas zonas de la ciudad de Oviedo, destacando de entre todos ellos desde poco tiempo después de su nacimiento allá por 1914, el Real Stadium Club Ovetense que se convertiría en el equipo referencia de la capital asturiana. Con la aparición en 1919 del Deportivo Ovetense, consecuencia de una escisión del Real Stadium Ovetense Club que disputaría sus encuentros en un nuevo campo, el de Teatinos, mucho más apto y confortable. La gran rivalidad entre los dos equipos de la capital llegaron a provocar grandes disturbios en sus enfrentamientos deportivos directos que incluso llegaban a obligar la suspensión de sus encuentros. Mientras el Stadium era el equipo de las clases populares, el Deportivo era considerado el equipo de las clases sociales pudientes.

Presentándose como inminente el inicio del Campeonato Nacional de Liga (en la práctica fue un largo proceso que no cristalizó hasta la temporada 1928/29), se contempla la fusión de los dos equipos de la capital. El objetivo era contar con un conjunto con suficiente potencial para afrontar la nueva realidad que se avecinaba, con una competición liguera y el profesionalismo avanzando con paso firme, algo que se presumía imposible por separado tanto para el Stadium como para el Deportivo.

Tras ser aprobada por las asambleas de ambos clubes, la fusión se produjo, firmándose el acta fundacional de la nueva sociedad el 26 de marzo de 1926 con la denominación "Real Oviedo Foot-ball Club", de la que sería primer presidente D. Carlos Tartiere y Alas-Pumariño y el campo de Teatinos el escenario de actuación de su equipo de fútbol.

En tanto que la nueva modalidad deportiva progresó y se consolidó rápidamente, llegando a convertirse en un verdadero fenómeno de masas, la evolución de los estadios en los que se desarrollaban las distintas competiciones futbolísticas no avanzó al mismo ritmo y su adecuación a las condiciones exigidas por los cambios en los modos de vida iba llegando con extraordinario retraso, conservando el rancio modelo del país en el que nació; los típicos campos de futbol ingleses con sus incómodos graderíos cuajados de columnas para soportar las cubiertas que defendían a los espectadores de las inclemencias del tiempo, columnas que perjudicaban la buena visión del terreno de juego.

La utilización del hormigón armado como material para la construcción de los estadios fue muy tardía, pero cuando se hizo realidad revolucionó la tipología y funcionalidad de estas instalaciones.

En enero de 1930, los arquitectos Francisco Casariego y Enrique R. Bustelo, en colaboración con el ingeniero de Caminos Ildefonso Sánchez del Rio, presentaron un proyecto para construir un nuevo estadio en Oviedo de moderna concepción, basada en el uso del hormigón armado auspiciada por el ingeniero Sánchez del Rio. La gran novedad y aportación de éste ingeniero al proyecto fue la construcción de una tribuna cubierta de más de 100 metros de longitud con capacidad para 4.000 personas con cómodos asientos y una marquesina de 14,00 metros que permitía la visión del terreno de juego sin obstáculo vertical alguno. Como homenaje al autor de tan novedosa y afortunada solución estructural que pronto se erigió en símbolo representativo del Estadio de Buenavista, dicha construcción recibió el nombre de "Tribuna Sánchez del Rio".

El ingeniero y su obra. Ildefonso Sánchez del Rio nació en Haro el 1 de Mayo de 1898. Los estudios de enseñanza media los realizó en Madrid, en la Institución Libre de Enseñanza y en el Instituto cardenal Cisneros. Ingresó en la Escuela de Caminos en 1916 terminando la carrera en 1922. Entre 1924 y 1940 fue ingeniero municipal en el Ayuntamiento de Oviedo. En 1941 se traslada a Madrid y junto con el ingeniero Luis Sánchez-Guerra fundan la sociedad "Dragados y Construcciones".

Entre sus numerosas y espléndidas obras cabe destacar:

-Depósitos de agua en Oviedo, Pola de Siero, Trubia, Mieres, Turón y Madrid.

-Mercado de Pola de Siero.

-Instituto Nacional de Técnica Aeronaútica en Madrid.

-Palacio de los Deportes de Oviedo.

Publicó diversos artículos en Revistas Técnicas especializadas como "la Revista de Obras Públicas", "Ingeniería y Construcción" y otras.

En el Numero 152 de la Revista Ingeniería y Construcción, páginas 475-479, Año 1935, Sánchez del Rio publicó un artículo titulado "La Tribuna del nuevo estadio de Oviedo" en el que describe la tribuna cubierta del nuevo estadio. En dicho artículo Sánchez del Rio manifiesta: "(..) va para cuatro años que se construyó. Durante ese tiempo se han inaugurado diversos estadios con sus correspondientes tribunas, y en ellas, a igualdad de servicios, naturalmente, no hemos visto soluciones que igualen en cuanto a esbeltez, ligereza y economía el sistema por nosotros concebido.... por tratarse de una construcción de marcado interés técnico, fue estudiada con especial cuidado, libres de todo prejuicio y sin influencias nocivas que por el poderoso contagio de la rutina pudieran comunicarle......"

Sánchez del Rio fue un ingeniero inconformista e innovador. Una de las primeras manifestaciones de tal carácter fue la construcción de "un Paraguas de hormigón armado en Oviedo" que además de prestar el servicio para el que fue construido, sirvió de prototipo experimental tanto para la construcción del voladizo perimetral del Mercado de Pola de Siero, como para la de la marquesina de la Tribuna del Estadio de Buenavista.

Mediante la original idea de disponer unos nervios de hormigón armado, sin más arriostramiento que las bóvedas ultraligeras de fibrocemento que apoyaban en ellos salvando un apreciable y variable vano, el buen resultado del experimento propició la decisión de adoptar el mismo sistema para las dos construcciones antes citadas. Este sistema fue objeto de una publicación de Sánchez del Rio en la revista "Cemento", artículo que fue reproducido por revistas alemanas y suecas.

Tal confianza en el buen comportamiento del fibrocemento o "mortero fibroso", como también lo solía denominar, debió adquirirla por sus experiencias como ingeniero municipal de Oviedo en las obras de abastecimiento de aguas construidas con tuberías de presión. También en la revista "Ingeniería y Construcción", en el número de abril de 1932, publicó un artículo titulado "Tubería de hormigón armado con revestimiento interior de uralita" en el que ponía de manifiesto las excelentes propiedades elásticas de este material constatadas en sus variadas y rigurosas experiencias. Había conseguido la absoluta impermeabilidad en tuberías de hormigón armado interiormente revestidas por un forro de uralita, a pesar de que en el hormigón se hubieran producido abundantes fisuras y grietas a causa de la presión interior y de los asientos del terreno sobre el que descansaban.

Con tan alto nivel confianza en el buen comportamiento de éste material, no es de extrañar que decidiera, sin la menor duda, construir la cubierta de la tribuna del estadio de Buenavista y los voladizos del mercado de Pola de Siero. Las vibraciones y oscilaciones propias de los nervios serian elásticamente absorbidas por las bóvedas de fibrocemento de 2,10 metros de luz y un centímetro de espesor.

Así se construyó una tribuna económica con vuelos de 14 metros mediante la disposición de pórticos planos paralelos y 3 metros de separación, dispuestos transversalmente al desarrollo longitudinal de la Tribuna, subhorizontalmente arriostrados por los forjados inclinados del graderío y, verticalmente mediante una pantalla de hormigón armado que arrancando del nivel de coronación de los pilares delanteros se alzaba hasta el arranque de los nervios volados de los pórticos. Los nervios con sección en T y canto variable, tenían las alas dispuestas en la parte inferior, alzándose las almas de canto variable desde ellas. Las bóvedas se apoyaban en unos rebajes practicados en los bordes superiores de las alas para ser debidamente apoyadas y fijadas en ellos. El borde transversal inferior de cada bóveda se solapaba, superponiéndolo, al borde transversal superior de la anterior, consiguiendo así la impermeabilidad de la cubierta.

La satisfactoria capacidad resistente de esta Tribuna, así como el buen comportamiento de las bovedillas en el que Sánchez del Rio siempre confió, quedaron sobradamente confirmadas por la exigente prueba que tuvo que soportar a causa de una fuerte nevada ocurrida en Oviedo en el mes de febrero de 1935, por la que se llegó a acumular sobre la marquesina una capa de nieve de cerca de 40 cm de espesor, causando la rotura de dos bóvedas de entre las 500 que fueron colocadas en toda la cubierta. A su vez, en el transcurso de la guerra de 1936, el campo quedó inservible para la práctica del fútbol. Durante la contienda se había excavado una trinchera a lo largo de la práctica totalidad del terreno de juego y las bombas se encargaron de dañar el resto de las instalaciones. Los pórticos mantuvieron su estabilidad pero un número importante de las bóvedas de fibrocemento resultaron destruidas.

La obra más importante de características semejantes a las de la Tribuna del Estadio de Buenavista es la que Sánchez del Rio proyectó para otro estadio que nunca se llegó a construir. En el mismo artículo de la revista "Ingeniería y Construcción" en el que daba cuenta de aquella, el autor manifiesta textualmente: " (..) Tenemos en estudio un tipo de tribuna para un campo de deportes del norte de España en la que el vuelo es de 30 m. Esta cifra es extraordinaria, bastante superior a la conseguida hasta la fecha en construcciones de esta índole."

La gran tribuna resultaba finalmente configurada de un modo semejante a la de Oviedo, cubriendo el espacio entre los pórticos paralelos mediante bovedillas de fibrocemento. La diferencia de ésta con la de Buenavista se encuentra en que el ancho de la parte inferior de los nervios volados era variable (en la de Oviedo era constante e igual a 1,00 m) y, por consiguiente, también el vano de las bovedillas. A modo de contrapeso de la marquesina disponía un cuerpo de construcción volado desde los pilares del fondo de la tribuna para centrar así las cargas actuantes sobre ellos. Por desgracia, la gran discreción del ingeniero Sánchez del Rio nos ha impedido conocer la ciudad en la que se iba a construir esta gran tribuna. Tras distintas indagaciones al respecto, el autor de este artículo llega a la conclusión de que dos ciudades podían ser las destinatarias: Bilbao y Gijón.

En 1929 el Atletic Club de Bilbao se planteó realizar una importante remodelación del estadio de San Mamés que finalmente no pudo materializarse por falta de recursos. En 1931 resultó completamente destruida por un incendio la Tribuna Oeste (o Tribunona, por ser muy grande y de madera) del Estadio de El Molinón en Gijón. Ante la precaria situación de la economía del club Sporting de Gijón, pese a numerosos intentos y esfuerzos, no se pudo reconstruir y ello motivó que finalmente el Club devolviera la titularidad del estadio al Ayuntamiento de Gijón en 1944.

Se ha manifestado en diversas publicaciones que el ingeniero Eduardo Torroja se inspiró en la Tribuna de Bellavista para proyectar sus marquesinas en el Hipódromo de la Zarzuela de Madrid, de las que se muestra a continuación un esquema gráfico del módulo estructural con el que se configuraron:

El autor del presente artículo no comparte tales opiniones; sin más que observar y analizar mecánicamente los dos últimos esquemas estructurales aquí presentados, no cabe duda que debió ser el proyecto de la Gran tribuna con marquesina de 30 m en vuelo en el que Eduardo Torroja pudo inspirarse para proyectar las Tribunas del Hipódromo de la Zarzuela de Madrid.

Funcionalidad, seguridad y economía, son tres invariantes fundamentales de las estructuras de Ildefonso Sánchez del Rio, junto a su permanente inconformismo con los logros en cada una de ellas, buscando siempre imaginativas soluciones constructivas para afrontar nuevos desafíos.