Cuando Josefa Rodríguez era "moza" no había quien la parase en los bailes que se celebraban los domingos en Las Segadas o en Soto de Ribera. Todavía le gusta mover el esqueleto, pero a los 92 años el cuerpo ya no responde como antes. Si así fuese, ayer habría "echado una piecina" para celebrar que los vecinos de su concejo, el de Ribera de Arriba, la han nombrado "Abuela del año". También estaba "feliz y muy agradecido" Vicente Pello Bárcena, un hombre de Tellego, de buena planta, que luce 86 añazos y que fue galardonado con el título de "Abuelo del año" durante un acto celebrado en la pista cubierta del colegio público Pablo Iglesias de Soto de Ribera.

"Cuando yo era pequeña esto todo eran praos", explica Josefa Rodríguez, que nació el 10 de abril de 1924 en su casa de Tellego. "Siempre fuimos una familia de ganaderos. Los hermanos éramos yo y seis paisanos, uno de ellos gemelo mío", señala Rodríguez. "Lo mío era ayudar a mi madre en las labores de la casa. Estábamos todo el día trabajando", asegura la homenajeada, que desde hace cinco años vive en una residencia para la tercera edad de Luanco. "Allí estoy muy bien, la verdad, pero siempre se echa de menos el sitio en el que pasé toda la vida. Este concejo es el mejor", resalta Josefa Rodríguez, a la que nunca se le olvidará "lo bien que lo pasaba durante las fiestas de San Nicolás" o "cuando iba a la escuelina de Tellego, al lado de la iglesia".

Vicente Pello también era un asiduo de los bailes, "cuando era joven los andaba todos". De hecho conoció a su mujer, la ya fallecida Josefina Victorero, en el Babel, en Oviedo. "La saqué a bailar y la enamoré", afirma orgulloso. Pello siempre vivió en el pueblo de Cogollo, pero nació en Santa Águeda, "un sitio en el que sólo había tres casas". Fue poco a la escuela "porque había que trabajar en la casería de la familia", pero todo lo que sabe, que no es poco, se lo enseñó la vida. "Cuando mi madre quedó viuda, yo tenía 8 años y la mayor de mis hermanos -eran cuatro en total- 12", explica. Trabajó en una mina en Tudela Veguín, en otra en Villabona, aunque la mayoría de su carrera profesional la desarrolló en la Fábrica de Explosivos Río Tinto de La Manjoya. Entre sus recuerdos de niñez destacan los viajes en burro hasta Oviedo para vender en el mercado los productos de su casería. "Tardábamos un montón, pero tenía su encanto", subraya.