Un piso de la calle Campomanes era el centro de la compleja red desarticulada por la Policía Nacional que explotaba a mujeres para realizar prácticas sadomasoquistas. Según la descripción a la que ha tenido acceso este periódico, la vivienda tiene "sala médica, mazmorra de tortura, aula de colegio y zona de transformismo" que la convierten en referente nacional. Todavía hoy alguien atiende las llamadas en el número de teléfono asociado al piso, aunque el interlocutor rehúsa hacer declaraciones sobre las detenciones limitándose a decir que "todo se encuentra en una fase inicial" antes de colgar.

El menú de servicios ofrecidos en el inmueble es largo. "Desde internamientos pasando por momificación, suspensión, feminización, servilismo, exhibicionismo, fetichismo del pie, adoración, 'spanking' (azotes), y dependencia absoluta, a enemas". Además, los clientes pueden elegir entre varias chicas. En la actualidad, una aparece como "ama" y otras en calidad de "sumisas" y las tarifas se cobran en función del tipo y duración de la sesión: "Se pueden adaptar tanto a esclavos no iniciados como a aquellos con alto nivel de sumisión. Así mismo, se puede optar por un internamiento, si ese es vuestro deseo, que podrá ser desde un día a una semana y siempre previa súplica".

Este periódico no ha podido aclarar si la vivienda permanece activa, aunque dado que la Policía Nacional ha detenido a la cúpula de la organización de trata y explotación sexual, sería posible que los servicios sadomasoquistas estuvieran disponibles a cargo de alguna ramificación de la red.

Después de una larga operación, los agentes lograron desarticular la trama con la detención de diez personas presuntamente implicadas en un turbio negocio con sede en la capital asturiana. Nueve de los diez detenidos -tres hombres y siete mujeres- fueron sorprendidos en Oviedo y el otro en Madrid. En total hubo registros en cinco inmuebles, donde se intervinieron "multitud de archivos" de la banda. Según los investigadores, la organización delictiva contaba con "un complejo entramado de empresas interpuestas con testaferros para evitar la responsabilidad en los delitos de los cabecillas de la trama". Los agentes responsables de la investigación pertenecen a la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de la Jefatura Superior de Policía de Asturias, que actuaron en colaboración con la Brigada Local de Extranjería y Fronteras de Ferrol, la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales de Madrid y la Brigada Central Contra la Trata de Seres Humanos.

La mayoría de las mujeres coaccionadas por la organización delictiva son sudamericanas. Para captarlas les prometían trabajo en España como empleadas de servicio doméstico, pero nada más pisar el país se convertían en las "esclavas sexuales". Una vez en Oviedo, vivían "hacinadas en literas", en habitaciones "insalubres y sin luz natural", según fuentes policiales. Uno de los pisos en los que residían ni siquiera disponía de cocina y "sólo contaba con un microondas". Atendiendo a la información que manejan los investigadores, su día a día era terrible. Estaban obligadas a estar disponibles para la organización las 24 horas del día y los siete días de la semana. Como único respiro tenían un descanso de dos horas por jornada si es que no había mucho trabajo. Su vida era de semiesclavitud, aunque la red que las dirigía amasaba ganancias que "superaban en medio millón de euros por año".