Karla Belén Pérez Morales había decidido romper definitivamente con Abdelwahid Aghbalou antes de que el marroquí la estrangulase hasta matarla en las inmediaciones de una playa de Melilla. Tenía claro que no iba a volver con un hombre que le había pegado durante el tiempo que vivieron juntos en Ciudad Naranco, no pensaba retomar una relación sentimental con una persona sobre la que pendía una orden de alejamiento y que había sido condenado en abril por maltratarla, pero tampoco quería que su hijo perdiese el contacto "con la familia paterna". Según les decía a sus amigas de Oviedo, el asesino confeso "se portaba bien" con el pequeño y sus familiares también lo querían. De hecho, la joven permitía que el niño pasara tiempo "con los hermanos" de Abdelwahid Aghbalou -que también viven en Oviedo- aunque el marroquí ya había sido expulsado de España por golpearla. "Decía que los problemas de ella con el padre no tenían por qué influir en el niño", asegura una amiga de la joven de origen ecuatoriano que la conocía desde que compartían pupitre en el Auseva.

Por eso accedió a verse con su asesino en Melilla. Su intención -se lo había dicho a su amiga antes de partir- era llevar al niño para que lo conociese la parte de la familia de Abdelwahid Aghbalou que nunca había estado en Oviedo. Colarse en la Ciudad Autónoma saltándose a la torera la sentencia que lo condena a no entrar en España hasta 2021 es mucho más fácil que hacerlo en la península, así que el hombre convenció a Karla a través de una conocida red social para que se desplazase hasta allí . Ella estaba tramitando los papeles del pequeño en el juzgado para poder llevárselo a Ecuador y no le parecía correcto marcharse sin que su padre le viese. "Iba a irse dos años a su país y volver cuando el niño tuviese edad para empezar al colegio en Oviedo. Quería desconectar de lo que había vivido en estos últimos meses, estar sola con su pequeño y sin problemas de pareja", explica otra de las compañeras de clase de la fallecida, que tenía 22 años. Pero sus buenas intenciones le costaron la vida. Después de una fuerte discusión, probablemente motivada por la marcha de España de la joven, su expareja la ahogó en presencia del hijo de ambos. Después se entregó en comisaría y lo confesó todo. Se había llevado por delante la vida de Karla junto a una caseta de la playa de La Hípica.

El entorno de la chica sabía que las cosas no iban bien en la pareja antes de que Karla denunciase el maltrato al que estaba siendo sometida por parte de Abdelwahid Aghbalou. "Los dos tenían un carácter muy fuerte y discutían mucho, pero él en alguna ocasión ya le había hecho daño", afirman sus amigas. A pesar de que habían tenido un hijo juntos la pareja estaba prácticamente deshecha, pero a Karla no le quedaba más remedio que aguantar. "Si no hubiese sido por el niño le habría dejado hace mucho más tiempo. Pero él era el que trabajaba y el que aportaba los ingresos para cuidar del bebé".

Abdelwahid Aghbalou ejercía de escayolista y solía tener empleo. Cuando ambos eran pareja vivían en un piso de la calle Lorenzo Abruñedo, en Ciudad Naranco. A pesar de que el marroquí se enfrentaba a Karla con frecuencia, nunca le puso problemas para salir o estar con sus amigas. "Manteníamos el contacto y quedábamos, para eso no había inconvenientes, pero ella me contaba que tenía muchos problemas con él", explica una de las amigas de la fallecida. Cuando todo explotó, cuando la joven de origen ecuatoriano se decidió a denunciar a su agresor alentada por su entorno cercano, Abdelwahid Aghbalou fue expulsado de España y Karla Belén Pérez Morales se cambió de vivienda. Fuentes conocedoras del caso afirman que se mudó a la calle Fernández de Oviedo, en el mismo barrio de Ciudad Naranco, y que llevaba un tiempo compartiendo piso con unas amigas. "Vivía en una habitación con su hijo", aseguran esas fuentes.

Tristeza en su barrio

Algunos de los vecinos del portal estaban ayer consternados. "El primer día no me daba cuenta de ella, pero al ver sus fotos en LA NUEVA ESPAÑA se me ha caído el alma a los pies. Claro que sé quién es, dejaba el carro del niño en el portal y yo siempre me ofrecía a ayudarla", asegura un hombre que reside en el edificio. "Era muy calladina y prudente, además de muy guapa", añade el vecino. Sus amigas también dicen de ella que era "muy optimista y valiente" y que siempre se las arreglaba para superar las trabas que le puso la vida, "que no fueron pocas". Una empleada de la limpieza que trabaja en varios portales del barrio también la conocía. "Tenía un perro pequeñín y siempre estaba con el crío", recuerda mientras repasa la fotografía del periódico para terminar de creerse lo ocurrido.

Tampoco podía asumirlo Carmen Navia, la suegra del hermano de la fallecida, que ayer estuvo presente en la concentración de repulsa que se celebró en la plaza del Ayuntamiento y en otra posterior convocada por la Asociación de Ecuatorianos Residentes en Oviedo. "Estamos destrozados, era una niña de 22 años", repetía desconsolada. Ella y su hija Diana Taipe aprovecharon para pedirle al consejero de Presidencia, Guillermo Martínez, que el Principado colabore económicamente para incinerar a la joven y llevar las cenizas con su familia. "No tienen los suficientes recursos para pagárselo", afirma.