Ana López: "La inatención es la punta del icerbeg del TDAH"
La Asociación de Niños Hiperactivos de Asturias abre - su semana europea, centrada en informar a las familias

Emilia Barrio y Ana Rodrigo durante la charla de ayer. / MIKI LÓPEZ
M. J. I.
"Los niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), crecen y también necesitan atención, el problema se prolonga toda la vida". Lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Emilia Barrio, presidenta de la Asociación de Niños Hiperactivos del Principado de Asturias, (ANHIPA), que desarrolla a lo largo de la próxima semana la IX Semana Europea del TDAH, centrada en ofrecer información a las familias afectadas.
Muchas de esas familias llenaron ayer el Club para escuchar la conferencia de la psicóloga Ana López Rodrigo, especialista en TDAH, que bajo el título "Ayudar con sus emociones al adolescente inatento, impulsivo y movido", desgranó la problemática de niños y familiares en las distintas etapas del desarrollo. Los afectados reclaman que los niños reciban una atención adecuada, "que no pasen directamente del pediatra al psiquiatra y que los médicos de familia especialistas tengan formación para tratar el TDAH", señaló Barrio. Otra petición de la asociación estriba en que la medicación requerida se considere de precio reducido, para paliar los altos costes que suponen los tratamientos.
Ana López Rodrigo explicó que los síntomas que se dan habitualmente en los niños afectados no son raros "el problema es cuando se producen con una frecuencia inusual y en contextos que afectan al desarrollo del niño", explicó la psicóloga.
"La inatencion es la punta del iceberg del niño hiperactivo", consideró la especialista, que también hizo hincapié en las dificultades de aprendizaje que se presentan cuando los síntomas son muy claros y plantean un reto escolar, familiar y social.
Los síntomas van cambiando a lo largo de la vida. Aunque lo normal es que un niño de tres a seis años sea muy movido, las alarmas saltan cuando se dan conductas peligrosas para su vida como cruzar una carretera o salir solos de casa sin que los padres se den cuenta.
Entre los seis y los doce años las dificultades pueden ser más escolares y sociales, apuntó López. "Los síntomas van modulándose. No desaparecen y permanecen en la adolescencia y en la edad adulta", añadió.
López advirtió que la labor educativa de las familias puede llegar a ser agotadora, hasta el punto de que los padres más competentes llegan a la etapa adolescente de sus hijos con un importante deterioro y cansancio. "Las escuelas de familia como la de la asociación ANHIPA sirven y mucho", recalcó Ana López Rodrigo.
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