El joven ruso de nacionalidad ucraniana Volodymyr A. -de 26 años y originario de Donetsk, aunque residente en España desde que era pequeño- tardará en olvidar el día de Reyes. Admite que se tomó dos copas, y que, en la glorieta de San Lázaro, terminó perdiendo los papeles por un nimio incidente de tráfico. "Casi nos dimos un golpe con otro coche y los ocupantes del otro vehículo empezaron a meterse con mi mujer. Yo sólo intenté defenderla", relata. Asegura que pudo empujar a los ocupantes del otro coche, "no para agredirles, sino para distanciarles", y que quizá se resistió a la detención cuando un policía de paisano llegó por detrás y le inmovilizó, porque no sabía quién le tenía agarrado. "Comprendo que en ese momento me tirasen contra el suelo para ponerme las esposas", admite. En el coche policial rompió de una patada la ventanilla al pensar que iban a por su mujer. "Lo reconozco y la voy a pagar", asegura.

Pero lo que considera un abuso, y es lo que denunció ayer por la mañana ante el Juzgado, es el trato que dice haber recibido en la Comisaría. "Me masacraron", asegura en el escrito, que acompaña con un parte médico que incluye todo tipo de lesiones. "Tengo la nariz rota, los pómulos, no puedo abrir la boca", dice, con los ojos aún amoratados.

"Me metieron en la celda y entraron dos policías grandes con guantes. Me bajaron los pantalones y me empezaron a pegar y a pegar. No sé cuanto tiempo. Me pareció eterno. Luego me dijeron: 'Ponte los pantalones', sin parar de reírse, y terminé desmayándome. Vomité sangre. Cuando me tomaron declaración no paraban de reírse: que dónde me había caído así, que si era muy duro, que si iba puesto. Luego me llevaron a otra celda y me tuvieron toda la noche sin beber agua", refiere. Al día siguiente, domingo, le atendió un policía con mayores atenciones y pasó ante el juez, donde no le dejaron denunciar malos tratos. "Tengo que denunciarlo para que no le pase a otro", dijo.