"Se oía llorar al crío mañana, tarde y noche. En esa casa había gritos constantes". Así lo aseguró ayer el dueño del piso que Fadila, su hijo y su entonces novio compartieron en la calle Vázquez de Mella durante un mes y medio justo antes de marchar a León sin el niño, que yacía muerto dentro de una maleta tirada en el apeadero de tren de La Argañosa.

El propietario de la vivienda relató que los vecinos y él mismo habían oído llorar al pequeño muchas veces y que había visto subir con frecuencia al piso a un vagabundo de la zona "que suele fumar porros", pero que Fadila "nunca me dio la impresión de ser una mujer maltratada". Además, contó que los días previos al hallazgo del cadáver, notó "cosas extrañas", como que nadie "levantaba las persianas del piso".

El arrendador declaró ante la jueza y el jurado popular que la pareja le destrozó la casa al romper buena parte de los muebles con los que contaba.