"Las pintoras en el arte antiguo solían ser solteras, monjas o hijas de artistas, pertenecían a las capas altas de la sociedad y casi todas carecían de una formación específica, de lo contrario habrían llegado a ser excelentes". Lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Rosa López-Torrijos, catedrática de Historia del Arte, que desempeñó su labor docente en la Universidad de Alcalá (Madrid), durante la conferencia "Pintoras en el arte antiguo: ¿Inexistencia u omisión?", primera del ciclo "Mujeres en vanguardia", organizado por Tribuna Ciudadana.

López-Torrijos lanzó al público diversos interrogantes sobre el papel de las mujeres en el arte antes de las vanguardias del siglo XX, cuando empiezan a ser visibles y surgen los nombres de pintoras famosas.

La catedrática jubilada se detuvo en la lucha por la igualdad que ya se dejaba entrever en el Renacimiento, cuando Vasari, considerado el primer historiador del Arte, escribía en la Florencia del siglo XVI sobre Properzia de Rossi, conocida como "la escultora milagrosa", y destacaba que "por envidia", cobraba menos que los hombres por sus trabajos. La boloñesa era hija de un notario y estudió con Marcantonio Raimondi. Para la reconstrucción de la fachada oeste de San Petronio se realizó un concurso que ganó.

La santa alemana Hildegarde de Bingen, que fue abadesa, mística, profetisa, médica, compositora y escritora, conocida como "la sibila del Rin" y "la profetisa teutónica", fue otra de las figuras mencionadas por López-Torrijos, quien destacó que "se la incluye entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media".

La especialista se detuvo especialmente en la figura de Sofonisba Anguissola, coetánea de Miguel Ángel, que declaró su admiración por su obra. Vivió durante muchos años ligada a la familia real española, como consejera de la reina Isabel de Valois, esposa de Felipe II. Realizó múltiples retratos de la familia real, aunque algunos de sus cuadros fueron atribuidos a otros pintores durante muchos años. Es una de las pocas mujeres que tiene su obra expuesta en el Museo del Prado. Entre otras figuras significativas, López-Torrijos tampoco pasó por alto la de Lavinia Fontana, hija del pintor Próspero Fontana, de la escuela de Bolonia, que le enseñó el oficio. El estilo de Lavinia fue muy cercano al manierismo tardío que practicaba su padre. Desde muy joven se hizo un nombre como pintora, principalmente de retratos. Fontana se casó en 1577 con Gian Paolo Zappi, un rico discípulo de su padre.

La presentación de la conferencia corrió a cargo de Almudena Cueto, directora general del Instituto Asturiano de la Mujer y Políticas de Juventud, que abogó por sacar a la luz el trabajo de las mujeres, "que muchas veces sigue sin ser visible".