"Desde pequeña fui muy llambiona, y ahora me siguen gustando los pasteles como el primer día". Por eso, a la ovetense Elisa Saucedo Flórez se le pusieron ayer los ojos como platos cuando vio llegar la gran tarta con la que celebró los cien años.

En la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en la falda del monte Naranco, se celebró sobre las diez de la mañana una gran fiesta que además era muy esperada: una de las internas más veteranas celebraba un siglo de vida.

Un cumpleaños que además Elisa celebró en plena forma. Daba gusto verla tan animosa, con memoria prodigiosa y haciendo alarde de un gran sentido del humor.

Sus compañeras y trabajadoras del asilo, ataviadas todas ellas con gorros en forma de simpáticos cucuruchos, le cantaron el "cumpleaños feliz" junto con las monjas de la institución que es tan querida y valorada en Oviedo.

A continuación, Elisa, un pelín emocionada y algo aturdida por tanto entrañable barullo y muestras de cariño, soplaba una vela con el número cien, que estaba situada en lo alto de una gran tarta de tres pisos que fue preparada con todo el cariño por las cocineras de la residencia. La verdad, las reposteras se lucieron.