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Visiones De Ciudad

Sin devaneos

La fuerza de Oviedo es su identidad, no necesita ser mayor o igual que nadie, ni compararse

Sin devaneos

Es muy difícil hablar de algo cuando uno es juez y parte. Es mi caso con la ciudad en la que nací en 1961 y en la cual también crecí. Oviedo es una pequeña ciudad aburguesada, flanqueada al sur por el majestuoso Aramo, cuyo origen parece provenir del latín, y quiere decir bronce, y que también encuentra ramificaciones en Siria con origen armenio. A diferencia de nuestro caso, Aramo en Siria parece encontrarse solo a 30 km del Mediterráneo. La historia es obviamente uno de los activos de Oviedo y de Asturias, una región que vivió la revolución industrial, y que ahora se enfrenta a un futuro que posee un carácter global. En esta aventura, Oviedo, la antigua Vetusta, no puede realizar el viaje en solitario. Como capital de Asturias, Oviedo tiene que saber repartir juego, ser loba que amamante a Rómulo y Remo, ser fundadora de la nueva Asturias, basada en el progreso, en la unión, en la apertura, y para ello, sólo hay un camino: la educación, la cultura, el eclecticismo.

Me gustan las ciudades abiertas, que son cruces de culturas. Por eso mismo me encantan ciudades como Marsella, porque son "Carrefour" (que quiere decir cruce, aunque tenga nombre de hipermercado) de culturas. Me gustaría que Oviedo se convirtiese en una ciudad mediterránea, neocantábrica para ser más exactos, y que, basada en un respeto y veneración a nuestra cultura, a nuestro idioma, a nuestros ancestros, mirase hacia dentro y expulsase hacia fuera creatividad, como cuando se escupe una pepita de guinda después de haberla sabrosamente saboreado.

Me gustaría que en Oviedo cupiesen todos los estilos arquitectónicos, no sólo uno; que estuviese conectado por tierra, mar y aire con las nuevas ideas que sirvan para mejorar nuestra sociedad, vengan de donde vengan. Como acabo de explicar, en ese viaje Oviedo no puede ir sola, dado que incluso Asturias es un punto diminuto en Google Maps. ¿Y cómo hacer eso? La respuesta es sencilla: Oviedo tiene que impulsar propuestas innovadoras basadas en una universidad que posee más de cuatro siglos, y que todavía puede ser infinitamente mejor. Y todo esto no es solo cuestión de dinero, que también, sino de talento, de visión y de misión. La Universidad de Oviedo debería tener carta abierta para reclutar a los mejores, prescindiendo de hipotecas o de visiones pesimistas que son sólo rémoras del pasado. Oviedo y Asturias tienen que invertir mucho más en la educación y en la cultura. No puede ni debe haber devaneos: los políticos deberían pensar con sentido de estado, de región, de país, a medio-largo plazo, pensar en sus nietos, biznietos, tataranietos, en lo que cada uno dejamos atrás de nuestro paso.

Tenemos que buscar nuevos yacimientos en el conocimiento, el carbón ya se ha acabado, y el hormigón no es tecnología. La fuerza de Asturias y de Oviedo es su identidad. No necesitamos ser mayor o igual que nadie, no necesitamos compararnos. Me gustaría ser parte de una ciudad donde nadie se sienta extraño. No he conocido a nadie que en Asturias se sienta mal, si viene a aportar. Esa es la palabra: aportar. Bienvenidos los "newcomers", aquellos que buscan una nueva oportunidad. Bienvenidos al sueño asturiano global, bien comunicados, perfectamente educados, respetando razas y culturas, ayunos y ramadanes.

Oviedo debería cuidar mucho más la innovación, y pasar de ser una ciudad de servicios administrativos, a una ciudad de servicios creativos, donde las frutas y verduras se produzcan en proximidad, bajo la tendencia "bio". No queremos aires contaminados, ni alcantarillas superficiales. Deberíamos cuidar nuestros ríos: Nalón, Nora, Gafo (vaya nombre)... Deberíamos venerar el agua, porque sin agua no hay vida, y sin vida no hay nada. Realmente creo que es posible, y que lo inminente no puede distraernos de lo importante. Seriamos miopes si solo pensásemos en lo indispensable. Además, estaríamos abocados a la miseria.

La diáspora asturiana no tiene ideología. Me ha ocurrido cada vez que he encontrado un asturiano en tierras lejanas. ¿Por qué aquí no hacemos lo mismo? ¿Por qué nos dejamos destruir por intereses espurios? Yo tengo muy claro que si olvidamos quiénes somos, no sabremos quiénes seremos, ni podremos gestionar nuestro futuro, porque habremos desaparecido como pueblo. Y un pueblo no es para mí una variedad genéticamente diferenciada, un RH negativo, positivo o neutro, un apellido de abolengo, o un gusto por la comida rancia. Para mí, un pueblo es un respeto al lugar donde uno vive, a sus pobladores, a un sueño común, sabiendo que un lucio no cabe en una piscina de truchas, que todos deberíamos ansiar lo mismo, que nadie desea haber nacido para esclavo.

No sé quién dijo en una lengua foriata: "Bien si crees que es posible, o no, tienes en todos los casos razón". Echo de menos asturianos con arrestos. Quizás me estoy haciendo viejo. El futuro de Oviedo es el de Asturias, y el de Asturias es el de España, como estado europeo. Pongámonos las pilas y dejemos de mirarnos al ombligo. Me encanta la fabada, pero también adoro el falafel, el aceite de oliva o el foie-gras du Gers. Solo si somos capaces de saber en qué somos únicos podremos mezclarnos con aquellos que nos quieren. Hay muchos proyectos en los que Oviedo debería invertir: transformar el antiguo HUCA en un centro de innovación empresarial sanitaria, impulsar la fábrica de Trubia y su escuela profesional, remodelar la antigua fábrica de gas y la fábrica de loza de San Claudio y convertirlas en factorías empresariales, culturales y de diseño... Pero para ello se necesita reclutar talento, no tener a prioris partidistas, sino a posterioris innovadores, basados en resultados. ¡Sobra caspa y falta champú, que diría un conocido esteticista!

Ah, podría terminar enumerando todas las cosas de las que carecemos en Oviedo. No es necesario. Nuestros dirigentes solo tienen que cruzar la frontera y entenderán cuán desaprovechados estamos. En definitiva, me gustaría el Oviedo de siempre pero radicalmente diferente Me gustaría que Oviedo fuese California, y que en California se comiese un buen Afuega'l pitu, de Ca Sancho, por ejemplo. Porque cuando el imperio funciona, las bayonetas crían óxido, los médicos van a pie y los panaderos en bicicleta, y en los patios de los juzgados crece la hierba, como diría más o menos Julio Verne, un visionario, en las tribulaciones de un chino en China. Yo, como Verne, lo soy también a mi manera: las tribulaciones de un asturiano en Asturias, porque lo que veo a mi alrededor muchas veces me aborrece. Hagamos de Oviedo una ciudad única en una región que ya lo es. El Aramo y el Naranco nos vigilan. El futuro es nuestro, como el agua que fluye por nuestra amada topografía asturiana. Nadie puede mirarse en el mismo espejo, y ver la misma cara. Oviedo necesita proyectarse al futuro y dejar de ser solo una ciudad vetusta.

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