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La cara amable de la Policía

José Manuel López, de formación universitaria, carrera de gestor en Madrid y amigo de los actos oficiales, supo controlar el Rubín post Agustín de Luis

La cara amable de la Policía

Si Agustín de Luis fuese el poli malo, José Manuel López García, sería el poli bueno. Es difícil pensar en dos personas aparentemente más opuestas que los dos últimos jefes de la Policía Local de Oviedo. Sin embargo, los extremos se tocan cuando llegan a su fin. Al menos, en apariencia. Y si la salida de De Luis, perseguido por una gestión polémica, antiguas sospechas de corruptelas y una condena, ya jubilado, por despistar un atestado, fue traumática, la de José Manuel López, apartado el viernes de su puesto como comisario principal, tampoco pinta nada bien.

De momento, López fue detenido el martes, prestó declaración y está en libertad, aunque investigado dentro de la "operación Enredadera" dedicada a aclarar una compleja red de amaños de concursos de tráfico en toda España.

José Manuel López (Guimarán, Carreño, 1957) inició su carrera profesional en el Ejército y después en la Dirección General de la Policía, en Madrid, tras una formación universitaria intensa. Se licenció en Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela, en Ciencias de la Educación por la Universidad de Oviedo y en Criminología por la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense.

En la Policía Nacional, en Madrid le fue bien. Afín a los socialistas, cuentan sus próximos, en los años del felipismo, López fue profesor, jefe de recursos humanos y jefe de sección en la subdirección de Inspección entre 1986 y 1996.

En ese año López regresó a Asturias para ocupar la dirección de la Escuela Regional de Policía en La Morgal, donde estuvo seis años, y en 2002 se presentó a una oposición de inspector en la Policía Local de Oviedo y sacó la plaza. Sin haber sido inicialmente un hombre próximo al PP, Gabino de Lorenzo echó mano de él entre 2004 (finales) y 2009 para pacificar el Rubín y retirar de la circulación una temporada a Agustín de Luis, que ejerció entonces de asesor personal del Alcalde. El regreso de De Luis le llevó a una especie de destierro al frente de Protección Civil pero López supo dibujar un final feliz. Agustín de Luis no logró dejar su sucesión atada y bien atada y José Manuel López no sólo logró sucederle tras su jubilación sino que también vio cómo en la relación de puestos de trabajo del Ayuntamiento de Oviedo no se creaba una segunda plaza de comisario principal que pudiera haber funcionado como su recambio en situaciones como ésta. En la era post Agustín de Luis, José Manuel López ha sabido manejar el Rubín. El sindicato mayoritario, el Sipla, donde tiene buenos amigos y vecinos de infancia, le ha sido fiel y sigue siéndolo en estos momentos difíciles. Al resto los ha tenido en contra pero por ahora había logrado controlarlos, aunque el panorama que dibuja la operación "Enredadera" podría cambiar los equilibrios de poder.

López, por otra parte, ha sido el comisario amable, la cara buena, el hablar pausado, educado y discreto. Al menos, en una fachada pública que siempre le ha gustado ejercer. Desde la asociación de jefes (Ajempol) que creó, preside y que está integrada en la federación nacional, disfruta con las ceremonias, congresos y actos públicos.

Residente en Gijón, casado y con dos hijos (uno policía en Siero y otra abogada), dicen que siempre ha ambicionado acabar allí de comisario y que mantiene en la actualidad mejores relaciones con aquel concejal de Seguridad que con el del Ayuntamiento donde ejerce.

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