La restauración de las pinturas murales de San Miguel de Lillo está dejando al descubierto muchos más grafitis (inscripciones hechas con lápiz) de los esperados y que, a priori, fueron realizados entre 1880 y 1990. El equipo multidisciplinar de profesionales que trabaja desde hace quince días en la iglesia prerrománica valorará la posibilidad de mantener alguno de ellos o desecharlos por su nulo interés cultural.

Las pintadas incluyen desde el tradicional "Yo estuve aquí" hasta poemas dedicados a un amor, pasando por un nombre cualquiera acompañado de una fecha. Junto a las inscripciones, también hay mensajes grabados en la pared que constituyen por sí solos un documento histórico. Por ejemplo, los hechos por combatientes durante la Guerra Civil. "No todos los grafitis son legibles, pero hay algunos con posible valor cultural. Debemos interpretarlos, datarlos y evaluar su conservación", explicó ayer Margarita González, restauradora del Instituto del Patrimonio Cultural de España y directora del equipo de restauración que ejecuta la obra en Lillo adjudicada a la empresa Ártico.

Los restauradores trabajan por ahora en el ábside y la tribuna, donde también han descubierto que están presentes las cenefas que decoran el resto del interior del monumento. Tres restauradores se pasan allí ocho horas diarias sin interrupción. Forman parte de un equipo de 16 personas en el que hay especialistas de todo tipo (químicos, técnicos de laboratorio o documentalistas) que realizan tareas de apoyo. La directora general de Patrimonio Cultural de Asturias, Otilia Requejo, visitó ayer la iglesia. Allí le atendieron sin dejar de hacer su trabajo, Cristina Carrero, la jefa del equipo; y, subidos a los andamios, los restauradores Berta Martínez y José Antonio Durán. Los tres usan bisturís similares a los utilizados en Medicina para hacer catas en las paredes. Es decir, tal y como explican ellos, "para abrir una ventana al pasado debajo de los estratos".

La restauración durará 18 meses y cuenta con un presupuesto de 663.962 euros.