La Fundación Cristina Masaveu Peterson encargó en 2013 la redacción de un plan de accesibilidad para la Catedral de Oviedo al arquitecto Leopoldo Escobedo Sela, un documento redactado con la intención de servir de Libro Blanco y de guía para todas las intervenciones en materia de accesibilidad. Se desarrollaría paralelamente al plan director de obras de la Catedral, de Jorge Hevia y Cosme Cuenca, que rige todas las rehabilitaciones y actuaciones arquitectónicas en la basílica de San Salvador.
Aquel plan de accesibilidad, que a día de hoy habría que actualizar, estaba consensuado con el Cabildo, contaba con el visto bueno del catedrático Vidal de la Madrid, toda una autoridad en la historia y el arte de la Catedral, y de varios colectivos de discapacitados, que asistieron a su presentación. En ella también estuvieron representantes del Ayuntamiento de Oviedo y de la Consejería de Cultura.
El proyecto era ambicioso y a esa escala no tenía precedentes en España. Su autor hablaba de "accesibilidad global", un concepto que iba más allá de facilitar el acceso y la movilidad por el templo de las personas con problemas motrices. La instalación de un ascensor hasta la antesala de la Cámara Santa era una más de las actuaciones que se preveían, la más llamativa. Leopoldo Escobedo Sela proponía mantener reabierta la escalera construida por Francisco de la Rúa, del siglo XVIII, que fue cubierta en 2008 con una estructura de madera con barandillas -financiada también por la Fundación Masaveu-. Luego estaba el elevador, con una estructura sencilla y solo para las personas con problemas de movilidad. Aprovecharía el hueco que ahora ocupa la escalera de caracol y no tocaría ningún muro.
Al redactar aquel plan quedó patente que en la planta baja apenas había obstáculos: la nave central es una explanada y solo hay que salvar algunos escalones en la capilla de Covadonga -donde el cabildo ya ha colocado una rampa- y en la de los Vigiles,que es la que utilizan los curas para sus misas diarias.
