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Los cultivos del Paraíso

Las caléndulas de Pastur

La planta, catalogada como invasora, es conocida - por aliviar espasmos y excesos de bilis

Una caléndula. PELAYO FERNÁNDEZ

Aquello se veía venir desde lejos. Los 8 de septiembre el Santuario de Nuestra Señora de Pastur, en Illano, o Eilao, se llena de peregrinos. Es un valle angosto y remoto, en una de las cicatrices de la Sierra de La Bobia. Pues bien, alguien levantó en mil seiscientos y pico una ermita ambiciosa en aquel rincón, con un texu importante al lado, como debe ser, y cuentan que la Virgen salió milagrera.

Por eso los romeros se acercan al lugar para pedirle favores o para agradecérselos, si fueron concedidos. Para que la cosa funcione es inexcusable besarle el manto a la Santa y encender -previa adquisición- un cirio o colocar un exvoto. Y por supuesto acudir a la misa. En eso consiste el acto sagrado. En épocas de mayor fervor cuentan los más viejos que se daba una gran procesión, en la que algunos peregrinos, por razones no reveladas, eran transportados en un ataúd. Una pena que se pierdan estas tradiciones.

Con el ánimo de "conocer el ñeru", el que esto escribe se acercó a Pastur el pasado 8 de septiembre. Aparte de los cientos de coches en un pueblín así llamaba la atención la profusión de mesas desplegadas, sillas, mantas en el suelo, bolsas y neveras portátiles en todos los rincones que permitía el terreno. Estaba claro que además de cuidar la fe se lucharía contra la fame. En la explanada aneja a la ermita ya estaba funcionando un chigre armado con fierros y unas lonas. Era la hora de misa, pero los tablones de la barra albergaban un número notable de fieles sedientos. Frente al bar un escenario con altavoces tremendos esperaba.

Observé con precaución las viandas de algunas mesas. Todas mostraban lo mínimo: tortillas, empanadas, barras preñadas, pollo al ajillo, huevos cocidos, todos los embutidos, llacón, jamón, bonito en escabeche, carne empanada, ensaladilla... cervezas, vino, sidra... Pronto empezaron los efectos del bar, a juzgar por las voces que surgían de aquel toldo y aledaños. Uno de los parroquianos tuvo que ser atendido por una ambulancia tras descalabrarse por problemas de equilibrio, y otro bailaba excéntricamente en la pista llevando unas flores de caléndula sobre la oreja, a modo de hawaiano. La Caléndula officinalis, de flor amarilla o naranja, sencilla pero muy llamativa, es abundante en caminos, alcorques, jardinillos y hogares, independientemente de estar catalogada como planta invasora, lo que es cierto, aunque no en la proporción y velocidad de otras así consideradas. Su popularidad se debe a la gran facilidad de cultivo y a la alegría de sus flores en los meses bonancibles. Con capacidad melífera, posee propiedades farmacéuticas. Ingerida en infusión alivia espasmos y excesos de bilis. Externamente es excelente para tratamiento de heridas y erupciones. Además suaviza la piel, siendo prueba de ello su utilización por la industria cosmética. Pero -con la especie humana hemos topado- sobre todo es de alto interés para falsificar azafrán. A la hora del café y el orujo de casa todo era alegría. Risas, picardías, partidas de cartas... Muchos comensales, felices, optaron por el pigazu beatífico. Alguna pareja enamorada buscó un lugar apartado para poder descansar en paz. La peregrinación cargada de fe había sido relegada por necesidades más placenteras, sin reparar que todo se hacía a pocos metros de la Madre de Dios. Y cuando se dan esas desviaciones suelen llegar los problemas, como sucedió: a Alguien de arriba se le acabó la paciencia, y de pronto se nubló el cielo.

Primero llegaron unas gotas de agua del tamaño de corchos de sidra; detrás el diluvio. Los romeros, desbocados, recogieron lo que pudieron, y con una mojadura digna del Titanic corrieron a refugiarse en los coches mientras caían unos rayos de la virgen, nunca mejor dicho. Y eso que la Biblia está llena de casos así. Pero sucede que no leemos, yo el primero. ¡Pero es que aquel orujo estaba irresistible!

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