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Una lección de vida

Antonio Gutiérrez Fidalgo, de 97 años, formó parte de la primera generación de químicos formada en Oviedo tras la Guerra Civil

Gutiérrez, primero por la izquierda, con compañeros de promoción.

"Siempre recuerdo mi etapa como estudiante en la Universidad como una película. La facultad estaba preparada para siete estudiantes y acabamos siendo 130 en el aula, donde escasamente contábamos con libros de texto o con materiales para realizar las prácticas". Antonio Gutiérrez Fidalgo, alumno de la primera promoción de Químicos en Oviedo después de la Guerra Civil, recuerda a sus 97 años de edad las múltiples vivencias y anécdotas que pasó junto a compañeros y profesores en una de las épocas más complicadas para cursar una carrera.

Nacido en Teverga, pero con corazón ovetense, debido a su estancia en la ciudad durante la etapa estudiantil, Antonio Gutiérrez inició la carrera de Química en el año 1939 "de casualidad", según comenta, hasta que con los años se dio cuenta de que era su auténtica pasión. "Decidí estudiar Química porque en aquellos años no había muchas más carreras universitarias, aunque me hubiese gustado cursar matemáticas. Esa siempre ha sido mi pasión desde pequeño", detalla Gutiérrez.

La formación militar, obligatoria en aquellos años, fue una asignatura más para los alumnos de la promoción 1939-1943, excepto para Antonio. El tevergano, debido a la condición de viudez de su madre y junto a otro compañero cubano, fue el único que no tuvo que realizar el servicio militar.

"Todos los días sonaba la corneta y recuerdo a mis compañeros bajando para formar. No tenían descanso, ya que durante el verano también seguían con el proceso. Eran, definitivamente, otros tiempos, en los que sólo unos pocos podíamos estudiar", afirma al recordar aquellos años.

Desde el primer año, el tevergano destacó académicamente y fue su enorme capacidad lo que le hizo viajar a Madrid en el año 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, para trabajar en una fábrica provisional de análisis y reproducción de armas. Más tarde, fue una empresa de fertilizantes en Pontevedra con la que colaboró hasta llegar a Barcelona, donde se jubiló y reside actualmente.

Toda esa etapa está llena de recuerdos agradables para este ovetense de corazón, salvo una "pequeña espina clavada", según explica, que le dejó el hecho de no poder acabar el trabajo final de la carrera. "Estudié toda mi vida gracias a una beca y, en el momento en el que me puse a trabajar, ya no pude terminar el doctorado debido a sus elevados costes. Es algo de lo que nunca me olvidaré", añade Antonio.

La pasión por la química no se ha perdido en la familia del asturiano. Y es que tanto sus hijos como nietos han continuado con el legado del padre. Antonio Gutiérrez, María del Carmen Gutiérrez y José María Gutiérrez son tres de sus cinco hijos, están licenciados en Químicas y actualmente trabajan como profesores de Universidad. "Me siento muy orgulloso de que tanto algunos de mis hijos como mis nietos hayan elegido el mismo camino que yo. Muchos ya han logrado superarme", detalla Gutiérrez entre risas.

Las bodas de plata y de oro de la promoción, celebradas en 1968 y 1993, respectivamente, lograron reunir a muchos de sus integrantes en la Universidad de Oviedo para recordar aquellos años. Antonio todavía continua con la ilusión de encontrarse con alguno de sus amigos. "Es cierto que a la última reunión muchos no asistieron y les he perdido la pista, pero confío en que todavía quede alguien con quien reunirme. Estoy convencido de que alguien tiene que quedar", afirma rotundo el exalumno.

Su pasión por la fotografía desde temprana edad ha hecho que decenas de instantáneas sigan con él y le hagan mantener su memoria joven. Asturias siempre estará en el corazón del veterano químico, pese a su estancia en Barcelona.

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