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Lara González | Música y profesora

Cuando la música huele a ilusión

Detalle del público en la noche hip hop celebrada en Feijoo. MIKI LÓPEZ

Ahora que Oviedo está cerrando sus fiestas, que el clima nos acompaña y que de alguna manera esta ebullición de gente y espectáculos hacen que la vuelta del curso escolar sea menos dura mientras nos sirve para estirar un poco el verano, permitan que me deje llevar por esta ola de esperanza cultural que empezó a rebrotar hace unos diez años y que a muchos nos alienta la ilusión de un Oviedo cada vez más plural y disfrutado.

Sin saber cuánta ni qué música escuchan ustedes, ni en qué dispositivos, ni con cuánta frecuencia van a conciertos, bailes o karaokes, me gustaría preguntarles si les gustan estas fiestas, qué les hace ir o huir y, principalmente, si este año se han dejado ver frente a los diferentes escenarios repartidos por la ciudad. ¿Han notado alguna diferencia? Si es así, seguro que se han fijado en que la programación musical es mucho más variada que en nuestra historia reciente. Está claro que nunca llueve a gusto de todos y que, incluso los habituales de las salas de conciertos que nos quejábamos de que durante las fiestas no veíamos representados nuestros gustos en ningún escenario, podemos reconocer que este año faltan figuras de relumbrón clásico, atemporal de alguna manera, tanto de esas que hacen que señoras de peluquería y señores con el jersey al cuello se animen a goliflar qué hay en la Catedral, como de las que hacen que la ciudad se llene de fiesteros de otra época que pasean su mejor sonrisa tras volver de "su" concierto camino del Diario, alimentando las hordas chiringuiteras y mezclándose tranquilamente con el resto de tribus urbanas que conviven en Oviedo. Y es que nuestra ciudad no es un bloque, es una suma de muchas formas de entender la vida, la música y que, en general, coincide en su gusto por pasarlo bien ya sea habitual o esporádicamente. Buena definición general casi para cualquier sitio, ¿verdad?

Lo que hace muy especial a Oviedo en este momento es que tras años de imposiciones que dictaban una sola manera de entender la sociedad y la cultura, mucha gente decidió buscarse la vida por su cuenta sin esperar mucho -o nada- de las instituciones: asociaciones vecinales, colectivos artísticos, sociales e ideológicos, incluso proyectos unipersonales han ido expandiendo su radio de acción insuflando vida a una ciudad que va despertando de la siesta.

Y es que las leyes, y en general la política, van por detrás de la vida en la calle pero parece que poco a poco, probablemente porque no les queda más remedio, todo esto se va notando en nuestro día a día: sin ir más lejos, en la programación y la mayor parte de la producción de las fiestas de este año llevada a cabo en tiempo límite por profesionales del sector. Falta mucho por hacer en la ciudad y probablemente uno de los problemas que tengamos que abordar sea la falta de sincronización burocrática que impide que grandes y pequeños proyectos de todo tipo -públicos, privados, sociales, culturales?- no puedan salir adelante, salgan a duras penas o lleven años sin resolverse.

En cuanto a "mi mundo", me encantaría vivir un Oviedo que tenga música en la calle y en los bares habitualmente, respetuosa con músicos, público, hosteleros y vecinos, en el que puedan florecer salas de todo tipo de tamaños para todo tipo de gustos. En realidad se pide poco más que desde las instituciones se facilite la realización de proyectos para la ciudad. Y ya puestos -déjenme, que voy a despegar- rescatar el Martillo de Santa Ana, conseguir que los terrenos de La Vega se conviertan en espacio social o que el público familiar tenga su sitio en la plaza de la Catedral.

Aprovechen lo poco de fiesta que queda. Busquen o escóndase de sus conocidos pero salgan. Celebremos nuestras diferencias paseándonos por San Mateo esperando que nuestra ciudad sepa aprovechar este impulso ciudadano sin mirar su color político. Puede que todos estos cambios les parezcan molestos o insuficientes pero ¿no lo huelen? Es ilusión.

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