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Responden los voluntarios del Teléfono de la Esperanza de Asturias

Las claves para superar un pasado injusto

Sumirse en el pasado es un gran freno para el desarrollo personal; empezar a aceptar siempre supone sentirse más ligeros y abiertos

Una puesta de sol.

En muchas ocasiones nos hemos visto envueltos en autodiálogos negativos acerca de ciertas situaciones pasadas que han sido muy injustas. Sentimos rabia, frustración, dolor. Estamos inmersos en una lucha interna que nos impide ser nosotros mismos y vivimos anclados al pasado. Por supuesto que poseemos numerosas razones para sentirnos heridos, abatidos, pero tenemos que llegar a la conclusión que ese tipo de pensamientos no nos permiten estar en paz con nosotros mismos. Estamos perdidos en esa búsqueda de justicia y no asumimos la realidad. Un gran freno en nuestro crecimiento personal es seguir sumido en el pasado y no vivir el momento presente. En el instante en que comencemos a aceptar, empezaremos a sentirnos más ligeros y se abrirá una nueva etapa en nuestras vidas en la que nos desprenderemos de esa mochila tan pesada que llevamos encima, y comenzaremos a fluir. Fluirán nuevos pensamientos, nuevas emociones, nuevos sentimientos y comenzaremos a pensar diferente, a sentir diferente y a creer diferente.

Una de las claves para cerrar círculos es empezar a aceptar sin resistencia y rendirse a la situación. Cuando hemos vivido circunstancias lamentables e injustas en las que poco podemos influir, por mucho dolor que produzcan, tenemos que aprender a asumir ese pasado tan desgarrador que nos devora, porque si no salimos de ese estado, nos terminará destrozando. Deja de resistirte a lo que pasó, acéptalo y ríndete, tú no puedes hacer nada. Tenemos la creencia errónea de que rendirse es ser un perdedor, y nada más lejos de la realidad, porque hay episodios en nuestra vida que se nos escapan de las manos, y no podemos seguir luchando, porque nos desgastan, nos agotan, nos consumen. Derrochamos nuestra energía en pensamientos inútiles que no van a solucionar nada. Empecemos a ser conscientes de que al final lo que importa es sentirse bien con uno mismo y a veces tenemos que dejar el orgullo a un lado y soltar el rencor y la frustración, porque esas personas o situaciones que te han hecho daño no merecen que pienses ni un minuto más en ellas.

No se trata de olvidar, sino de asumir que todas las experiencias de nuestra vida nos van a proporcionar crecimiento personal y son los acontecimientos negativos los que van a permitir que dentro de nosotros haya mayor evolución. Creemos que practicar la rendición es no hacer nada, que es un estado pasivo. La rendición nos permite aceptar incondicionalmente a las personas y situaciones. Desde ese estado podemos tomar decisiones mejores y acertadas.

Actuando de esa manera nos desprenderemos del ego, del orgullo, del rencor, nos liberaremos de esas emociones tóxicas que impiden tomar el camino correcto. Por mucho que esas personas se merezcan lo peor, tú no te lo mereces, y si permanecen mucho tiempo dentro de ti esos sentimientos dañinos, menos dichoso serás. Cuanto más amor tengamos dentro más felices y plenos seremos. Aceptar lo que nos trae la vida genera mucho menos estrés.

En muchas ocasiones nos quedamos envueltos en preguntas: ¿Por qué a mí? Lo único que conseguiremos será más frustración. Existen acontecimientos que provocan impotencia y en los que no existe posibilidad de actuar. Lo único que podemos hacer es observar y darnos cuenta de que, detrás de ese episodio está la vida tratando de enseñarte alguna cosa. Así que aprende a dejarte llevar, a fluir, relájate y experimenta esa paz, ese equilibrio interior que está muy dentro de tu ser, déjalo salir, permítete sentirlo, no tengas miedo. Acepta de manera incondicional lo que la vida te trae, deja de resistirte, te volverás más sabio y brotará de ti el ser maravilloso que realmente eres.

Hay etapas en la vida que debemos dejar que sigan su camino; en las que es mejor dejar de luchar y no forzar nada. En las que es mejor esperar el momento, soltar y dejar ir aquello que deba marcharse. Decide de una vez rendirte, porque la fuerza de la rendición es el camino hacia la libertad.

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