"Lucho por la vida de mi madre, ¿no lo harían los médicos que le niegan un tratamiento?". Es lo que se pregunta día tras día E. V. A., una joven de 30 años de Luarca cuya madre, de 54 años, tiene cáncer de colon.

La enferma, M. M. A. B., podría tener una segunda oportunidad a juicio del oncólogo del Hospital Universitario de Asturias (HUCA) que ha llevado su caso pero, para continuar luchando por su vida, necesita un tratamiento que le deniega la Comisión del Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios (CURMP) de Asturias.

Cuando la joven de Luarca habla de la historia clínica reciente de su madre empieza con una sentencia: "Hubo muchos diagnósticos erróneos". Su madre se empezó a encontrar mal en 2014. En enero de 2015, tras varios diagnósticos, tratamientos fallidos, idas y venidas al hospital comarcal de Jarrio, inició quimioterapia en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), tras localizarle al fin un tumor maligno en el colon. Este primer tratamiento concluyó en marzo del mismo año cuando le dieron el alta porque el tratamiento "no respondía".

"Le dieron el alta, pero yo pregunté ¿cómo no va a haber nada más? Tiene 50 años". Así pasó un año: en vacío. La mujer sí pasaba revisiones en el departamento de Medicina Interna del hospital de Jarrio por su cuadro clínico. Como estaba estable, "le propusieron revertir la colostomía". Pero no pasó con el éxito esperado la prueba del escáner para conocer cuál era exactamente su situación. Su médico llamó dos días después para decir que había un "avance de la enfermedad". Entonces, volvió al HUCA y allí recibió quimioterapia durante dos años. Empezó en agosto de 2016. Tras 44 sesiones y dos años de lucha, "el servicio decide suspender el tratamiento" destaca E. V. A.. ¿El motivo? "Nos dijeron que la enfermedad había avanzado y lo suspendieron".

El tratamiento que le corresponde ahora a la mujer existe en Asturias, pero es muy costoso y necesita el visto bueno de la CURMP, comité asesor que ha denegado dos veces el tratamiento. La otra opción es pagarlo en clínicas de Pamplona, Madrid o Barcelona. "No tenemos ese dinero", destaca la joven, quien opina que la sanidad pública "está completamente deshumanizada".