La retirada de la cruz de forja que remata la torre izquierda de la fachada de la basílica de San Juan El Real sorprendió a los muchos viandantes que pululaban ayer por la mañana por el principal eje comercial de Oviedo. A las diez y media de la mañana, el arquitecto que está al frente de la intervención, Fernando Secades, y varios operarios subían hasta lo alto del edificio con una grúa. Con ellos iba una técnica de la Dirección General de Patrimonio, que dada la premura con la que se han ido sucediendo los acontecimientos, autorizó sobre la marcha el desmontaje de la cruz, ladeada muy probablemente por el impacto de un rayo. La aparatosa intervención, que requirió dos grandes grúas -una para elevar a los operarios y otra para descolgar la pieza-, causó una gran expectación e hizo detenerse a los viandantes durante algunos minutos.

Hacia las doce y media la cruz ya estaba en el suelo y los operarios mostraban una pieza metálica seccionada, que le servía de sujeción, totalmente oxidada.

Los trabajos continuarán de inmediato, y lo más probable es que hoy mismo comience el montaje del andamio desde el que se seguirán inspeccionando las cubiertas y retirando los elementos deteriorados. Fernando Secades remarcó la urgencia de la actuación y añadió que ha de continuar sin interrupción, "mejor hoy que mañana". Más adelante, el andamio, cuyo montaje y mantenimiento resultan costosos, servirá para ir restaurando los elementos de las cubiertas y para acceder al cimborrio, que sujeta la gran cúpula central y que, sobre todo en su parte inferior, está muy dañado.

Replicas con moldes

El párroco de San Juan, Javier Suárez, siguió la intervención a pie de calle y se interesó por su avance. La cruz retirada durante la mañana fue guardada en un almacén, en la misma basílica. Como los motivos ornamentales del exterior del edificio están moldeados en cemento y su estado es tan precario que a menudo se desintegran solo con tocarlos, habrá que replicarlos, con moldes, e ir restituyéndolos.

La rehabilitación de las cubiertas, la cúpula y los elementos de la parte alta de San Juan El Real requiere un proyecto de rehabilitación, y será larga y costosa. La parroquia no puede afrontar sola una obra de ese alcance y dado que la iglesia tiene la calificación de bien de interés cultural confía en la aportación de la Consejería de Cultura.

La parroquia de San Juan ya tenía previsto hacerse cargo de la restauración de las vidrieras y ya había encargado un presupuesto. Javier Suárez habla de alrededor de 200.000 euros. El mal estado de las cubiertas de la basílica había pasado desapercibido hasta que hace poco más de un mes el empleado que se ocupa del mantenimiento del templo encontró algunos fragmentos de cemento sobre el tejado, entre ellos parte de la cabeza de uno de los ángeles encaramados en lo alto del edificio. La licencia municipal, para intervenir en el edificio, se demoró hasta hace unos días y en esa inspección ocular los técnicos descubrieron que su estado es mucho peor de lo previsto.

Humedad en el interior

Los técnicos atribuyen el mal estado de la que fue conocida como "la Catedral del ensanche" a la intemperie y al paso del tiempo. El edificio se acabó de construir en 1915 y, desde entonces no se ha llevado a cabo ninguna restauración en profundidad en el exterior. Se han hecho reparaciones para evitar las filtraciones de agua al interior, con tela asfáltica que ahora habrá que retirar, y algunos arreglos en el interior, de los que se encargó el encargado de mantenimiento, para disimular en el interior las manchas y el deterioro dejado por algunas filtraciones.

El cimborrio en el que se apoya la cúpula está en muy mal estado, según Fernando Secades. Ha reventado y se ha desmoronado el mortero de las esculturas de los ángeles, de los pináculos y de otros elementos decorativos del exterior. En la inspección del pasado lunes los técnicos descubrieron desperfectos importantes en el ventanal de la fachada orientada hacia el este, cuya reparación requerirá el desmontaje de la vidriera. El material era tan inestable que se renunció a fijar los elementos en los que el deterioro era más evidente, que es lo que estaba previsto, por temor a los desprendimientos. Los técnicos aseguran que no hay riesgo para los transeúntes.