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El pulso de la ciudad

Oviedo, de la almendra al puzle

Las áreas del Cristo, La Vega y Santullano y la solución a la conexión de los barrios del oeste son los problemas más urgentes - Más contenida que expansiva, la ciudad afronta ahora el reto de reconectar sus nuevos límites y de repensarse, hacia fuera, en el plan del área central

Oviedo, de la almendra al puzle

Oviedo está hecho. Ahora sólo hace falta reconstruirlo. En su proyección futura dentro de este nuevo siglo, el urbanismo de la ciudad afronta el reto, ya no de crecer, sino de contenerse. Sin demasiadas urgencias en lo referido a grandes construcciones, las próximas décadas apuntan a la necesidad de volver a conectar lo que quedó aislado y reparar o reconducir algunas heridas (terrenos del viejo HUCA, fábrica de La Vega, conexiones para la zona oeste) y tendencias nocivas acumuladas durante decenios. La complejidad es mayor, porque el Oviedo de 2050, pensado desde este 2018, tiene que responder a las expectativas de un proyecto más amplio, el del área metropolitana central.

Abandonado el Oviedo industrial en favor de la ciudad comercial y financiera, y superado ya el primer ensanche, la burguesía local impulsó en el tránsito del siglo XIX al XX el desarrollo de los servicios urbanos (alumbrado, tranvía) y obligó a diseñar, por primera vez, el polígono urbano, que en los siglos anteriores prácticamente se había limitado al círculo del Oviedo redondo amurallado. Esos límites, pintados en 1925 sobre el plano de Landeta de 1917, y su cotejo con la situación actual evidencian los progresivos crecimientos en el eje suroeste/noreste.

Superada la destrucción (la peor de Asturias) y reconstrucción que vino con la Guerra Civil, los sucesivos planes de Gamazo (1942) y Javier de Mesones (1967) insistieron en esa tendencia. La ciudad creció, aunque de forma desigual. Oviedo, que aparte de colina es también cuesta, fue avanzando en las zonas bajas con las clases populares y reservando la parte alta para las más acomodadas. En esa dialéctica, tiraron más los ejes ya existentes de la carretera Adanero-Gijón (luego N-601) y Torrelavega-Oviedo (después N-634) que las salidas hacia San Claudio, Pola de Lena o carretera de Casilla. El Este creció mucho más que el Oeste y la situación no mejoró con el plan de 1986, diseñado en tiempo récord bajo la dirección del urbanista Carlos de la Guardia. Aunque se trataron de resolver los problemas que las anteriores revisiones del plan y la presión de la construcción habían causado, también se potenció el tapón al Oeste, al plantear allí los grandes equipamientos (HUCA, campus Universitario), y calculó mal el crecimiento hacia la Corredoria

Las peatonalizaciones

Los ochenta pusieron también por primera vez encima de la mesa las peatonalizaciones. Las planteó Francisco Pol en su plan especial para el Casco Viejo y Antonio Masip no se atrevió a aplicarlas por miedo al rechazo vecinal. Su sucesor al frente de la Alcaldía, Gabino de Lorenzo, se encontró los proyectos hechos y el dinero en el cajón para ejecutarlos.

Masip había dejado para la ciudad una las primeras vías de circunvalación, la Ronda Sur, inaugurada en 1984. Y bajo su mandato se demolió la estación del Vasco. Esa es una de las heridas que justo ahora, treinta años después y ya sin apenas suelo público en la parcela, el proyecto Gran Bulevar está empezando a solucionar, poniendo cara definida a una de las puertas de entrada a la ciudad que por el medio dejó de ser triple rascacielos o Palacio de Justicia.

Las peatonalizaciones de De Lorenzo, sin embargo, se quedaron limitadas al Antiguo y unas pocas zonas. Es ahora, ya con el tripartito y con el nuevo Plan General de Ordenación que están redactando Ramón Rañada y Víctor García Oviedo, cuando se vuelve a hablar de su extensión y de solucionar esa muralla virtual de tráfico que impide los itinerarios peatonales en la parte central de la ciudad.

Lo que De Lorenzo sí dejó hecho, a diferencia de ciudades como Vitoria que ahora empiezan a diseñarlo y ponerlo en marcha, fue la supresión del cinturón de hierro que atravesaba la ciudad. La operación Cinturón Verde quitó el ferrocarril del centro, ganó la senda verde a Fuso y se pagó con bloques residenciales y aparcamientos subterráneos con plazas a las que hoy en día el Ayuntamiento sigue buscando salida.

A los problemas de crecimientos mal ordenados que se habían acumulado durante décadas, De Lorenzo aportó algunas soluciones. Con él, gracias a una gran Losa que tapó las vías de tren, Ciudad Naranco quedó más cerca de la calle Uría. Y en esos años, desde el Gobierno del Principado, Vicente Álvarez Areces diseñó y ejecutó el nuevo HUCA, que se estrenaría ya con Caunedo en la Alcaldía, hace sólo cuatro años.

En esos últimos años, la ciudad había ido ganando en equipamientos en las nuevas zonas y completando algunas arterias de comunicación que la crisis del ladrillo había ido dejando.

¿Qué toca ahora?

Precisamente los deberes que Gabino de Lorenzo no hizo y a los que planificaciones anteriores no fueron capaces de anticiparse son ahora los retos más urgentes del urbanismo.

La prometida Ronda Norte, un proyecto del que se lleva hablando cuatro décadas, ejemplifica una de esas cuentas pendientes. No se trata tanto del equipamiento como de dar solución a un problema: solucionar las entradas y salidas de los vecinos de las zonas de expansión del Este (las Campas, la Florida, Vallobín). El único aliviadero que han tenido por ahora ha sido el puente de la Florida que los conecta directamente con el Parque del Oeste, inaugurado por Agustín Iglesias Caunedo.

Más cuestiones de movilidad y que ejemplifican bien esa idea de que lo que le toca a Oviedo es volver a montar las piezas de las que dispone pero en otro orden, son las derivadas del intento de sellar los barrios que la "Y" partió por la mitad. La presión vecinal y los movimientos de urbanistas crecidos con el 15M llevaron a imaginar un bulevar, el de Santullano, que tuvo un proyecto con Caunedo y cuenta, ahora, con otro a punto de empezar a licitarse. La transformación de todos esos barrios que se está empezando a diseñar dispone de una ventaja para llegar a buen término, una jugosa financiación a través de los fondos europeos.

Las grandes parcelas

Los otros grandes problemas del urbanismo son, en realidad, una oportunidad. El espacio que ha dejado libre el traslado del viejo hospital a la Cadellada y el que se confía en lograr de Defensa mediante convenio para que vuelva a titularidad pública la vieja fábrica de armas de La Vega prometen cambiar la cara a la ciudad.

No sólo a ella. Se repite mucho que lo que se haga en La Vega y en el Cristo tiene que pensarse desde el punto de vista del área central metropolitana. Las dimensiones, para el contexto de Asturias, son tales que, efectivamente, parece que el ámbito excede de la competencia municipal. En el Cristo, de hecho, trabajan ya las tres administraciones, y en La Vega se espera algo parecido. Los problemas se derivan más de que lo que podría ser una oportunidad no llega a serlo por la falta de proyectos concretos. Se ha hablado mucho del cómo, de establecer protocolos o de concursos de ideas para pulsar la opinión ciudadana, pero ni en uno ni otro lado nadie se ha puesto a definir un proyecto concreto con un rumbo claro de las funciones que esos nuevos ecosistemas urbanos recuperados deberían cumplir.

El área central

Oviedo, ante el reto del proyecto del área metropolitana central tiene también una doble responsabilidad. Todo lo dicho hasta ahora tendría que someterse a este prisma. Y como centro administrativo sede del poder político la ciudad también parece obligada a vindicarse en ese papel frente a otros intereses de otras localidades involucradas en el proyecto.

Los grandes trazos de los retos urbanísticos de Oviedo para la mitad del siglo XXI no están completos sin una solución al Casco Viejo. Con el plan de Francisco Pol nunca desarrollado hasta sus últimas consecuencias, quedan todavía muchos puntos donde hace falta la acupuntura urbanística, como la Fábrica de Gas, todavía esperando a que se desarrolle su plan especial, y toda su área de influencia en el bajo casco viejo.

A mayores, la ciudad todavía tiene que resolver qué tipo de vida quiere en su corazón histórico, cómo equilibrar hostelería, turismo, residencia y comercio y que nadie salga dañado.

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