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Los cultivos del Paraíso

El abeto de Navidad

La madera de estos pinsapos no es de calidad, pero decoran el jardín todo el año y las infusiones de sus yemas tienen propiedades curativas

Ramas de abeto. PELAYO FERNÁNDEZ

Nochebuena era terrible para el pobre Ernesto, con el problema de las comidas y de las turbas de los nietos; a los cuales quería mucho, pero de uno en uno. Cuando se juntaban los seis hacían falta los GEOS, y él era amante de la calma. Estaba también el asunto de los yernos. Y el gasto. Sus tres hijas eran encantadoras, siempre preocupadas porque no se sintiese solo, porque estuviese bien.

Todas las Nochebuenas la cena familiar en la casa paterna era obligada, lo que podía parecer muy enternecedor, pero había dos detalles a tener en cuenta: de los productos de la cena se encargaba él; las niñas -que así las seguía llamando- le daban la lista de lo que hacía falta y ellas cocinaban. Y la compra recordaba los menús del Sha de Persia. El otro asunto era peor: Los críos, desbocados, gritando, corriendo por todos los sitios, pegándose. Y los mayores enseguida a navajazo limpio por culpa de la política, la religión o el fútbol mientras tragaban el foie de canard, las cigalas, la lubina salvaje, el cochinillo, el albarín blanco de Cangas, y el ribera tinto. "Están buenísimos los langostinos, una pena que tu no los puedas comer, suegro". Esa era la última puntilla. Al igual que mucha gente de su edad, Ernesto tenía la tensión alta, por lo que le habían restringido la sal. Lo mismo le sucedía con las grasas -colesterol malo- y el azúcar. Mientras los demás le metían el diente a la lubina y al asado, a él le tocaba ensalada con queso de Villayón sin sal y la merluza cocida con un chorrín de aceite. Lo más duro era con los turrones y demás, que le encantaban. "Está muy bueno este cava de Rioja, suegro, pero a ver cuando nos pones unas botellas de Veuve Clicquot que, con el cuento de que no puedes tomar alcohol por culpa de la medicación, para ti mira como traes agua mineral francesa". Fue en ese momento cuando Jamín y Gerardo -los nietos mayores-, pegándose, reventaron el abeto, con la correspondiente rotura de bolas y bombillas.

Los comúnmente llamados abetos pertenecen a los géneros Abies y Picea, de los que existen un buen número de especies, siendo el más valorado en España por su representatividad y rareza el Abies pinsapo. Perennes, piramidales, con su tronco recto, y sin especiales problemas, los abetos llenan el jardín todo el año. Es imprescindible tener en cuenta su tamaño adulto, pues superan los cuarenta metros de altura.

Su madera no es de calidad. Se distinguen de los pinos en que las acículas -hojas o agujas- de estos últimos nacen emparejadas mientras que en el abeto son individuales, y su piña crece vertical sobre las ramas, y no se desprende, lo que no sucede en el pino.

Es levemente aromático y posee conocidas propiedades medicinales.Las infusiones de sus yemas, (cinco gramos en doscientos centímetros cúbicos de agua hirviendo), endulzadas con miel, son balsámicas, y en tratamiento exterior , a modo de cataplasmas, baños y friegas, son antisépticas y cicatrizantes, aunque pueden irritar. Se usan también para alivio de dolores musculares y articulares.

Los últimos terroristas marcharon a las cuatro de la madrugada. Para tranquilizar los nervios reservó para aquella noche en Les Caldes, cerca de Oviedo. Los balnearios y sus sillones de mimbre siempre eran una medicina.

En la mesa de al lado en el comedor cenaba una mujer. Sería de su edad. Tenía facciones guapas y vestía con gusto. Oyó que le decía a la camarera: "Postre no, gracias. Debo limitar el azúcar. Prefiero un té con sacarina". "Disculpe", le dijo Ernesto sin levantarse, "la he oído sin querer. ¿También es usted diabética?¿Y cómo anda de tensión?"

"Me cuido", dijo ella sonriendo. Ernesto y Claudia se casaron unos meses más tarde y con lo que él ahorra al evitar la cena con la banda, cada Navidad se escapan felices a un pequeño balneario en "Cambo-les-Bains", en el Pirineo francés. Tras la cena de Nochebuena ninguno de los dos toma la píldora del colesterol, para así poder disfrutar entera su botella de Veuve Clicquot. Después duermen abrazadinos.

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