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Emilia Fernández, dueña y señora del pote

La cocinera, nombrada miembro de honor en el Gran Capítulo de la Cofradía de Amigos de los Nabos, nació en Morcín y desarrolla su labor en Oviedo

Emilia Fernández Mallada prepara el pote de nabos. IRMA COLLÍN

La restauradora Emilia Fernández Mallada, propietaria del restaurante ovetense La Cava de Floro, fue distinguida el pasado sábado en La Foz de Morcín con el galardón de "Cofrade de Honor" en el XV Gran Capítulo de la Cofradía Amigos de los Nabos. La prestigiosa cocinera compartió galardón junto al presentador de televisión Carlos Sobera, el periodista deportivo Sergio Sauca, el artista Manolo Linares, el empresario Víctor Mallada y la enóloga Almudena Alberca.

Emi, como la conocen sus clientes y amigos, lleva varias décadas elaborando un sabroso y exquisito pote de nabos, aderezado con productos de la matanza del cerdo, cuyo mayor secreto es acompañarlo con carne de calidad y cocerlo a fuego lento, según ella misma confiesa.

A mediados de enero, coincidiendo con la fiesta de Santo Antón, patrono de los animales, desarrolla en su establecimiento ubicado en la calle Fermín Canella las jornadas del pote de nabos con gran éxito entre sus comensales desde hace más de veinte años.

Nacida en 1954 en Los Llanos, localidad ubicada en la falda del Monsacro, en la parroquia de La Foz de Morcín, comenzó de niña en la hostelería ya que con tan sólo catorce años tuvo su primer trabajo como ayudante en la cocina de un bar.

Posteriormente, en 1970, recién inaugurada la nueva Carretera Nacional 630 entre Oviedo y Mieres, se incorporó en la cafetería restaurante de la gasolinera de Argame, que regentaba el prestigioso cocinero Fernando Martín y donde conoció a su futuro marido Florentino Quirós "Floro", reconocido hostelero ya jubilado, con quien contrajo matrimonio en 1974.

Fernando Martín, el gran restaurador e innovador de la cocina asturiana, premio nacional de gastronomía en 1981, quien regentó también el restaurante Pelayo, ubicado junto al hotel La Jirafa, y luego Trascorrales, primera estrella Michelin de Asturias, fue su maestro. La nueva cofrade de honor ha sido una aventajada discípula del mejor cocinero que ha tenido Asturias, mucho antes de que los cocineros cambiarán su nombre por el de restaurador y se convirtieran en estrella mediáticas. Tras su boda con Floro, el matrimonio se independizó y abrieron el conocido Mesón de Sancho en calle Félix Aramburu que regentaron durante doce años hasta que lo cerraron en 1986 a raíz de la explosión de Luanco en la que falleció el futbolista De Diego y que supuso la prohibición de instalar cocinas y almacenar sus bombonas de gas en la planta de sótanos. En 1987 comenzaron una nueva aventura en el restaurante Los Sauces, en Meres, al lado de la antigua carretera de Oviedo a Pola de Siero, que regentaron durante siete años hasta que se construyó la autopista A-66 y les cerró los accesos. En 1993 se hicieron cargo del San Gregorio, al lado del CAU, que gestionaron hasta 2015. La Cava de Floro la abrieron desde 1995 hasta la actualidad. Sin duda, una densa y exitosa carrera profesional vinculada a la hostelería.

Emi, que cumplirá el próximo año sus bodas de oro dedicada a la cocina, prestó juramento el pasado sábado en La Foz para promocionar el pote de nabos y "besó el nabu" junto al resto de mediáticos galardonados para sellar su simbólico compromiso con la Cofradía de Morcín. En ediciones anteriores, también lo besaron, entre otros, conocidos personajes como Vicente del Bosque, Miguel Bosé, Boris Izaguirre o Miguel Bosé.

Todoterreno de la cocina, ha echado y echa muchas horas junto a los fogones. Ha conseguido el éxito a base de trabajo y sacrificio, por lo tanto, se puede decir que la suerte siempre le ha pillado trabajando. Piensa que la cocina dio un giro total aunque se vuelve a lo tradicional, a lo de antes. Ahora hay muchos lugares que en lugar de guisar se cuece y Emi tiene muy clara la diferencia. Los guisos tradicionales desaparecen con las nuevas generaciones y ella se ha especializado en los guisos de cuchara y en sus platos estrella que son los huevos rotos de La Cava y el solomillo al foie con Pedro Ximénez. Desde luego, merece la pena degustarlos.

Emi y Floro tienen dos hijas, Mónica y Cristina, que también trabajan en el negocio familiar junto a Yolanda, hermana de Emi, y otros cuatro empleados. En su restaurante han comido muchos personajes famosos, varios premios Príncipe de Asturias, deportistas y entrenadores de fútbol, actores de cine y muy recientemente los humoristas argentinos de Les Luthiers, que degustaron durante una semana los platos de su restaurante cuando actuaron en el auditorio Príncipe Felipe. Como anécdota curiosa, Emi señala cuando el famoso actor británico Jeremy Irons se coló de improviso en la cocina de la Cava de Floro para huir de sus fans y aprovechó para informarse como se preparaban los huevos rotos y las parrillas de verduras.

En su dilatada trayectoria profesional de tantas años, Emi y Floro no quieren olvidarse de Arny y Julián, empleados ejemplares que trabajaron a su lado y que se implicaron como si el negocio fuese propio.

Tras recibir la distinción, Emi, además de dar las gracias a la Cofradía de los nabos, quiere compartirla con sus dos hijas y sus tres nietos, con sus colaboradores, con sus clientes, y muy especialmente con su padre Florentino Fernández "Dorao", fallecido hace años, y para quien Emilia tuvo un recuerdo especial tras prestar su juramento y besar el nabu.

Siempre trabajó en la cocina a la sombra de su marido Floro, quien se encargaba de atender la barra, pero tras su jubilación por enfermedad hace diez años ha tenido que asumir las riendas del negocio.

Florentino Quirós Martínez, nació en La Vega del Ciego en 1948 y a los catorce años también comenzó como camarero en el restaurante Pelayo y luego se fue a trabajar a Argame con Fernando Martín donde conoció en 1970 a Emilia. Ambos recuerdan con añoranza su etapa al frente del Mesón de Sancho, con un gran ambiente estudiantil y empresarial, ligado CAU, al fútbol y los jóvenes residentes en los colegios mayores del San Gregorio, el América y el Valdés Salas. A fecha de hoy todavía tienen muchos clientes fieles de aquella época de estudiantes que hoy desempeñan profesiones liberales y puesto de responsabilidad.

Emilia, como otras muchas mujeres de su generación, ha trabajado duro y de forma humilde, en un segundo plano, sin luces ni cámaras, encerrada la mayor parte de su vida en la cocina. Ya era hora que alguien se acordase de estas anónimas cocineras para sacarlas a la luz de los focos y que se le reconozcan sus méritos profesionales y personales. El próximo año cumplirá cincuenta años junto a los fogones y ya tiene muchas ganas de jubilarse para disfrutar de su familia en su retiro de Villademar en Cudillero. Sin duda, se lo merece.

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