Buenos días. En primer lugar, quiero agradecer a los compañeros de Eloy, a los bomberos del Servicio de Extinción de Incendios de Oviedo, porque no solo tuvisteis la iniciativa de realizar esta escultura, sino que también la pagasteis de vuestros bolsillos, la hicisteis con vuestras manos (gracias, por tanto, a Jesús Antonio Alonso Álvarez, Chus, el autor), y peleasteis y conseguisteis que quede expuesta en este lugar que es de todos.

En segundo lugar, quiero agradecer a las miles de personas que, desde el día siguiente del terrible incendio de Uría, pronto hará tres años, se movilizaron para reclamar con sus firmas una calle que recordara y rindiera homenaje a Eloy, mi padre, fallecido en acto de servicio. Esta rotonda, tan cercana a su querido lugar de trabajo, lleva su nombre gracias a todos estos ovetenses y asturianos de buen corazón.

Mi padre fue un trabajador público que lo dio todo al servicio de la ciudadanía. La mañana del jueves, 7 de abril de 2016, recibió una llamada telefónica del parque de bomberos. Le preguntaron si podía ir a reforzar un incendio muy gordo que había en el centro de Oviedo. Estaba de descanso. Podía haber dicho “no”, y colgar. Dijo “sí”. Desde ese momento pasaron muchas cosas. Una, que mi padre falleció en acto de servicio. Otra, que el Ayuntamiento de Oviedo —a través del concejal responsable del Área de Seguridad Ciudadana, Ricardo Fernández, y del propio alcalde, Wenceslao López— tuvo, según palabras textuales de este último, “un trato exquisito con la familia desde el momento cero”. Por ello, quiero darle las gracias.

Gracias por no haber venido a casa a avisar del accidente. Gracias por obligarnos a ser nosotros, quienes asustados al conocer que había un accidente mortal, fuéramos hasta el parque de bomberos a saber dónde estaba Eloy. Gracias por habernos tenido solos durante dos horas dando vueltas desesperados en un pasillo sin que nadie se dirigiera a nosotros para explicarnos nada. Gracias porque cuando al fin nos dieron la terrible noticia, rogamos ir inmediatamente a casa para avisar al resto de la familia que no paraba de llamarnos por teléfono, y tardaron tanto en disponer de un par de vehículos que mi hermano pequeño se enteró por la tele de que se había quedado huérfano. Había comenzado el “trato exquisito” del Ayuntamiento de Oviedo.

Gracias también por no ofrecernos ayuda para resolver el tortuoso papeleo legal que comenzó la mañana del día siguiente, empezando por las gestiones en los juzgados, la recuperación del cuerpo de mi padre del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, y su envío al lugar donde se instalaría la capilla ardiente. Gracias por no habernos ofrecido la casa consistorial ni ninguna dependencia municipal para instalar esta capilla donde honrar a un trabajador municipal fallecido en acto de servicio. Gracias por no ofrecernos un lugar digno en el que poder rendirle homenaje. Ante esta clamorosa incomparecencia del Ayuntamiento, y tan exquisito trato, los ciudadanos de Oviedo optaron por realizar su espontáneo y emocionado homenaje en la calle, en un rincón del Campo de San Francisco. Nuestro eterno agradecimiento a ellos, que sí entendieron que no podían quedarse de brazos cruzados ante esta desgracia y optaron por arropar a la familia.

Volviendo al “trato exquisito” del Ayuntamiento de Oviedo, gracias por haber entregado a la familia 18.000 euros como toda indemnización por la muerte de mi padre. Y cuando digo toda, es que es toda y es la única. Gracias porque una tercera parte de esta indemnización sirvió para pagar un entierro por el que el Ayuntamiento ni nos preguntó ni se ofreció a financiar. Gracias porque nunca nos habíamos visto, ni esperamos volver a vernos, en la obligación de gestionar un acto público tan multitudinario y de tanto impacto social sin contar con respaldo institucional ninguno. Gracias porque, a raíz del accidente, el Ayuntamiento se dio cuenta de que llevaba mucho tiempo sin hacer su trabajo y tenía sin actualizar, desde hacía ya muchos años, la cantidad que establecía la indemnización por fallecimiento. Gracias porque esta muerte sirvió para que se diese cuenta de que era insuficiente y decidió subirla hasta 40.000 euros. 40.000 euros para todos menos para mi padre, que ya estaba muerto. Gracias a estos gestores de lo público incapaces de encontrar una fórmula para que esta mejora, que llegaba tarde, también se aplicara a mi padre. Gracias por su “trato exquisito”.

Gracias por condecorarle con la medalla de oro de la ciudad, un acto hermoso que fue sistemáticamente traicionado en los juzgados. Gracias por vuestro trabajo para, tras una fachada de apoyo a la familia, ocuparos únicamente por vuestra propia imagen e intereses políticos. Gracias por utilizar a la aseguradora del Ayuntamiento no para proteger al trabajador fallecido como sería lógico, sino como ariete contra la familia para proteger a la propia Junta de Gobierno. Gracias porque, en los juzgados, vuestra colaboración con la empresa aseguradora consiguió su propósito: que tal empresa pudiera ahorrarse cualquier gasto extra indemnizando a la familia; espero que después os premiaran rebajándoos la cuota de la póliza por ser clientes tan extraños, tan estupendos y tan rentables. Gracias por ocultar vuestra incapacidad para gestionar la situación alegando que no podíais ir contra las sentencias judiciales, sentencias que vosotros mismos habíais contribuido a lograr. Gracias porque, durante el largo proceso judicial, en ningún momento ofrecisteis ayuda ni una salida honrosa a la familia ni al recuerdo de Eloy. Gracias porque, con vuestra colaboración, los juzgados dictaminaron que mi padre, un trabajador fallecido en acto de servicio condecorado con la medalla de oro de la ciudad, incurrió nada menos que en insubordinación, exceso de celo e imprudencia temeraria. Gracias porque vuestro “trato exquisito” dejó a la familia destrozada y desasistida, a todos los bomberos de España en una injusta y evidente situación de indefensión, y la memoria de Eloy manchada de una forma humillante que no podemos consentir.

Mi padre contestó “sí” a vuestra petición de ayuda. Vosotros le contestasteis “no”. “No” en todo lo que de verdad importa. ¿De verdad es mi padre un insubordinado? ¿De verdad es mi padre un imprudente? ¿De verdad es mi padre un temerario? ¿Debería haber sido más prudente, debería haber sido menos osado, debería haber respetado el día de descanso que le correspondía? No intenten convencernos de esto, él no lo consentiría. No nos intenten convencer de que mi padre, un valiente y ejemplar servidor público, debería haberles contestado “no” a la petición de ayuda que recibió del Ayuntamiento de Oviedo aquella maldita mañana del jueves, 7 de abril de 2016.