"Se nos ha ido una verdadera institución, alguien que trabajó por y para Oviedo y Asturias, primero en la enseñanza y luego en la empresa". El fallecimiento del que fuera profesor de la Academia Ojanguren y empleado del departamento comercial de la constructora Los Álamos, Armando Ojanguren Montes, ha sumido en la tristeza a sus seres queridos y colegas -como el empresario de Los Álamos, Miguel Orejas- dándoles la impresión de que con su marcha desaparece parte de la historia reciente carbayona y el último eslabón del ya desaparecido centro práctico mercantil Ojanguren, inaugurado y mantenido por tres generaciones durante sesenta años; de 1905 a 1965.

Falleció el martes en su casa a los 88 años rodeado de los suyos, sus dos hijas Rosa y Ana Ojanguren Sánchez, tras sufrir desde hace tres meses un progresivo empeoramiento de su salud. Había tenido hasta entonces una buena calidad de vida y vivía solo por decisión propia desde la pérdida de su mujer, Ludivina Sánchez, en marzo de 2018. La iglesia de Santa María de La Fresneda se quedó pequeña ayer para darle el último adiós durante una emotiva ceremonia oficiada por el sacerdote José Luis Fernández Polvorosa. El párroco reconfortó a los asistentes con palabras cercanas y un discurso plagado de anécdotas fruto de su estrecha relación personal: "Armando era un hombre que sembraba paz, religioso y miembro activo del equipo de liturgia de la iglesia. Estaba tan profundamente enamorado de su mujer como ella de él y era frecuente verlos pasear juntos cogidos del brazo como una pareja de novios. Se profesaban un amor muy puro".

Una extensa nómina de personas había acudido previamente al tanatorio de Los Arenales para apoyar a la familia y un número aún mayor fue a las cinco de la tarde al funeral. Todos coincidieron en definirle como "un excelente ser humano y amigo de sus amigos". El fundador del grupo metalúrgico asturiano Tradehi, Moisés Álvarez, que fue alumno y amigo suyo lamentó la pérdida. "Me dio clase cuando yo era un chaval de 14 ó 15 años que estaba un poco perdido y no estudiaba mucho. Fue un gran profesor porque entendía las necesidades de cada estudiante. Siempre me dejaba diez minutos para repasar antes de cada examen. Al terminar, hice la mili y trabajé de auxiliar administrativo varios meses en una empresa hasta que me hice empresario con 23 años. Le debo mucho. Mantuvimos la amistad y siempre he ido a la comida anual de exalumnos".

Los antiguos estudiantes de la academia Ojanguren se reúnen cada año para compartir anécdotas. Este año se celebrará el 6 de abril en el restaurante Casa Lobato, en la avenida de los Monumentos. La hija mayor del fallecido, Rosa, asegura que mantendrán la cita pese a la desaparición de su padre -que era uno más de los comensales- porque será "una forma de rendirle homenaje a él, a su padre y a su abuelo".

La academia

Armando González Ojanguren (abuelo del profesor fallecido) abrió la academia hace 114 años entre las calles Marqués de Teverga y Cervantes. El edificio fue construido expresamente para albergar un centro de enseñanza que se publicitó en la época como academia práctica mercantil "con inmejorables condiciones para el internado, contando con hermosa sala de baños y magnífico patio". Dos de los hijos del fundador, Arturo y Armando, se hicieron cargo de áreas educativas diferentes; los estudios prácticos de comercio y la Preparatoria, aunque la academia también ofertaba clases de Bachillerato, Magisterio, Idiomas y oposiciones de ingreso en el Banco de España. Los propietarios trasladaron la academia en la recta final a la calle General Zuvillaga, mientras que la Compañía de Jesús (Jesuitas) instaló allí un colegio hasta el derribo del inmueble en 1975. Samuel Cabo, miembro de la junta directiva de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Academia Ojanguren, se matriculó en el centro de estudios hace 60 años, cuando tenía 10. Se convirtió en asesor fiscal y hoy, ya jubilado, afirma que la educación que recibió allí fue fundamental. "Ojanguren Montes me dio clase cuando su padre era el director de la academia. La formación profesional y humana que impartía era de calidad, extraordinaria".

Armando Ojanguren Montes nació y vivió la mayor parte de su vida en Oviedo mudándose hace 28 años a La Fresneda, en el vecino concejo de Siero. La empresa en la que se jubiló (Los Álamos) había construido la urbanización y a su esposa le pareció buena idea trasladarse juntos allí. "Mi padre era muy carbayón y hacía gala de ello. Estaba muy orgulloso de su ciudad", comentó ayer su hija Rosa mientras recibía el pésame de multitud de personas como Rufino Orejas, presidente de Química del Nalón.

Los vecinos de La Fresneda le apreciaban mucho. El presidente de la asociación vecinal del lugar, Óscar Llamas, le definió como un auténtico caballero. "En los últimos tiempos siempre le veía con sombrero. Era de esas personas que se lo quitan para saludar. Charlábamos mucho en el club de campo de La Fresneda cuando iba a echar la partida y como forofo del Madrid no se perdía un partido. Era una institución que deja un gran vacío".

Armando Ojanjuren también fue uno de los fundadores de la Cofradía Amigos de los Quesos de Asturias. Impulsó la agrupación en 1982 cuando apenas había una decena de variedades conocidas de quesos asturianos (actualmente hay más de cuarenta). El presidente de la entidad, Rafael Secades, destacó ayer que Ojanguren "fue un gran defensor de la gastronomía" y subrayó su carácter "cariñoso y servicial". Su homóloga en la Cofradía Doña Gontrodo, María Luisa Llavona, también alabó la figura de Ojanguren y de su esposa Ludivina, que era cofrade de la agrupación que preside. "Eran una pareja entrañable. En concreto, Armando siempre tenía una palabra agradable para aquel que lo necesitara. Era muy dulce. Se ha ido un hombre bueno".