El violinista Svetlin Roussev, junto a su Stradivarius "Duc de Camposelice", fue el gran descubrimiento del concierto de abono que la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) que tuvo lugar ayer en el Auditorio, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA. La temática de este programa proponía escuchar distintas sinfonías cuyo denominador común es que comparten el número 7 en el catálogo de sus respectivos compositores.

En este concierto, subieron al escenario varios alumnos del Conservatorio Superior de Música "Eduardo Martínez Torner" junto a los profesores de la orquesta.

Después de la "Sinfonía nº 7" de Sibelius, llegó el turno para el esperado "Concierto para violín en re mayor", de Chaikovski, una de las cumbres del canon para este instrumento. Entre el público que llenaba la sala podía notarse la expectación por escuchar esta obra.

Roussev fue un solista magnífico, que encantó al público. Su interpretación destacó por la pulcritud del sonido; cada nota se escuchaba, incluso en los momentos más delicados, el violín de Roussev llenaba la sala. La cadencia del concierto, fue uno de los mejores ejemplos de ello, junto con el preludio de Bach.

La OSPA arrancó esta obra con un sonido poderoso y acompañó al solista en todo momento en lo que a las dinámicas del sonido se refiere, aunque conforme avanzaba el primer movimiento, surgieron algunos problemas, y los cambios de tempo fueron asimismo bastante cuestionables.

Siguió la "Canzonetta", muy cantable, donde el violín volvió a brillar, para desembocar súbitamente en el "Allegro" final, donde Roussev puso al límite el sonido de su Stradivarius con brillantes pasajes en la cuarta cuerda, con un tempo más ajustado que en el primer movimiento.

Rossen Milanov es, a estas alturas, un conocedor del público asturiano, y eso se notó en el programa elegido, impregnado de estética romántica, que concluyó también con la "Sinfonía nº 7" de Prokófiev. Una obra poderosa en la que la OSPA pudo lucirse en sus bellas melodías y los contrastes colorísticos.