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Los pozos de la Iglesia

El Palacio Arzobispal de la Corrada del Obispo esconde en un almacén de su planta baja un hoyo del siglo IX, descubierto en 1940, que servía para abastecer de agua al servicio de la casa

El pozo del "Jardín de Pachu", en el lateral de la Catedral que da al Tránsito de Santa Bárbara. IRMA COLLÍN

Un pozo del siglo IX está escondido en uno de los almacenes de la planta baja del Palacio Arzobispal, en la Corrada del Obispo, junto a unos baños y rodeado de cajas de cartón y enseres diversos. Una bomba de agua con mangueras y tubos de drenaje pende sobre el hueco. El nivel del agua es bajo. "Es raro que suba más. Sólo en días de lluvia intensa. Que yo sepa nunca ha rebasado. Lo vaciamos hace mes y medio porque olía un poco mal y estaba lleno de mosquitos. No lleva aguas fecales. El agua es pura". El sacerdote y director del Archivo Histórico Diocesano, Agustín Hevia Ballina, muestra uno de los pozos menos conocidos de la ciudad, descubierto por los arqueólogos Víctor Hevia y José Fernández Buelta durante las excavaciones de 1940 a 1942 tras las voladuras de la Catedral y su entorno en la Revolución de 1934. Setenta y siete años después, apenas lo visitan los sacerdotes y trabajadores del Palacio Arzobispal, investigadores y arqueólogos.

"No está muy a la vista, la verdad. Los últimos que vinieron a verlo fueron Ángel Villa y Avelino Gutiérrez, que trajeron una cámara subacuática para tomar imágenes", explica el director del Archivo Diocesano, un espacio de estudio y almacenamiento de libros, ducumentos, legajos y algunos incunables situado en la misma planta que el peculiar pozo. Ángel Villa es un arqueólogo que trabaja en el Museo Arqueológico de Asturias, en la calle San Vicente, y que fue director del plan arqueológico de Navia y responsable de las excavaciones del castro del Chao Samartín de Grandas de Salime. Avelino Gutiérrez es catedrático de Arqueología en la Universidad de Oviedo. Los dos estaban interesados en estudiar el acuífero del Palacio Arzobispal. Y a ser posible cuando estuviera vacío para verlo bien. "Les llamé para avisarles de que íbamos a hacer un vaciado, pero tardaron dos días en venir y el pozo volvió a llenarse rápidamente. El agua salía a borbotones. Pero bueno, lo fotografiaron igualmente". Hevia Ballina abre y cierra cuidadosamente con su manojo de llaves diferentes estancias del palacio de la Corrada del Obispo e incluso otros recintos pertenecientes a la Iglesia. Es todo un guardián de secretos que tiene sus propias teorías sobre el origen de algunos vestigios.

Está convencido de que el pozo del almacén formaba parte de un sistema triple de suministro de agua hecho alrededor del siglo IX. Para demostrarlo, sale con su manojo de llaves a la calle. La primera parada es ante un portón metálico de Canóniga. "Espera, que abro". Detrás de la puerta aparece un terreno rectangular donde hay una decena de coches estacionados. En el medio, hay un pozo clásico que parece sacado de un cuento. Incluso está coronado por un cubo que cuelga de un gancho. Es el aparcamiento del arzobispado. A los pies de la Catedral. Un hombre que pasa en ese momento por allí se para en seco asombrado por lo que está viendo y le pide permiso tímidamente a Hevia Ballina -al ver que viste alzacuellos- para sacar una foto con el móvil. "No sabía que había esto aquí. ¡Si hasta hay un pozo! Qué bonito". El exterior de piedra del pozo es de los años setenta, pero el acuífero ya estaba antes, cuando aquel terreno ahora cerrado al público era una huerta. "Es problable que se utilizara para el aprovisionamiento de agua del servicio", explica Hevia Ballina antes de dar media vuelta y cerrar el portón de nuevo. Después, encamina sus pasos hasta el Tránsito de Santa Bárbara para mostrar el tercer elemento del trío de pozos en un lateral del Catedral.

Protegido por barrotes, en una esquina de un jardín con más piedras que hierba hay otro acuífero. Los religiosos conocen el espacio como "El jardín de Pachu". El tal Pachu fue uno de los campaneros de la Catedral y tenía allí su morada. De hecho, aún quedan restos de aquella casa. "Se tiraron todas las viviendas que había en la zona y quedan muy pocos restos de piedra. Es posible que Pachu usase también ese pozo del siglo IX para tener agua", dice Hevia Ballina, que remata su teoría sobre los pozos del casco antiguo con la existencia de un cuarto acuífero en el Conservatorio Profesional de Música, un edificio que en otro tiempo sirvió de casa al deán de la Catedral; el canónigo Benigno Rodríguez Pajares, llamado popularmente el Deán Payarinos. "Se conocía como la fuente del Paraíso. Por eso la calle de abajo tiene ese nombre. la pena es que ya no queda nada de aquel pozo".

De regreso al Palacio Arzobispal, el director del Archivo Histórico Diocesano descubre un par de tesoros de piedra más dentro del edificio de la Corrada del Obispo. Los restos del umbral de una puerta y un modillón de rollo (parte de una cornisa) que se usaba habitualmente en los atrios de las iglesias y en las construcciones civiles anteriores a la época prerrománica. Ambos del siglo IX. El primer elemento está integrado en una de las salas de consulta del archivo, aunque lo protege una estructura metálica a modo de araña. El segundo, está justo en la entrada del archivo y no entorpece el paso de los visitantes. Varios investigadores acuden a diario al Palacio Arzobispal para consultar documentos, datos concretos o libros, pero no tantos van expresamente a ver los vestigios del siglo IX.

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