Se cumplen 80 años del exilio de los intelectuales de la República y el poeta Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, acompañaba hace pocas semanas al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Collioure, ante la tumba de Machado. Hacía dos días que se habían cumplido ocho décadas desde su fallecimiento en la localidad francesa. En otro lugar, México, y en fecha distinta, 14 de abril de 1949, otro poeta, León Felipe, también recordaba la muerte de Machado. Habían pasado diez años y el poeta de Tábara (Zamora) leyó su "Responso... a la poesía muerta", en el que el fallecimiento del poeta andaluz, la dictadura y la Guerra Mundial se juntaban en un versos tan oscuros y proteicos como: "Porque lo que se ha muerto? es la canción. / ¿Oísteis? En todo el mundo se ha muerto la canción. / Nadie sabe hoy cantar. ¿Sabéis vosotros cantar? / Los maestros del canto se han ido / a clavar ataúdes y a enterrar a los muertos".

Eran palabras de un poeta exiliado, del que también estos días se celebran los ochenta años de su salida de España y será precisamente sobre esa forma de estar fuera del país, tan compleja como se pudo comprobar hace unos años con la edición de los inéditos de "Castillo interior", con abundante correspondencia escrita en su etapa en México, de la que hablará hoy Luis García Montero. El director del Instituto Cervantes llega a Oviedo invitado por la Cátedra Alarcos. Su conferencia, "León Felipe y el exilio" (20.00 horas, con libre acceso hasta completar el aforo), arrancará a las ocho de la tarde, presentado por el también poeta y crítico José Luis García Martín, en el Aula Magna del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo.

Un exilio constante

Para hablar de León Felipe (Tábara, Zamora, 1884-México DF, 1968) y de su exilio es posible que Luis García Montero explique, también, que la desconexión del autor de "Versos y oraciones del caminante" o "El Ciervo" con su país empezó mucho antes, posiblemente en los años veinte. El trabajo del padre había llevado a León Felipe a Santander, y allí será, después de cursar estudios de Farmacia en Madrid, donde abrirá sus primeras boticas. Fracasadas las aventuras empresariales y más empeñado en el teatro y la poesía, León Felipe se va a Guinea tras haber publicado su primer poemario. De ese viaje salta en 1923 a México y de ahí a Estados Unidos. Da clase en Cornell y profundiza en la obra de Walt Whitman, del que luego traduciría (más bien parafrasearía) el "Canto a mí mismo". Aunque León Felipe regresó a España, aquel viaje significó poner la pata en el otro continente y casi no la quiso volver a sacar. El estallido de la Guerra Civil lo dejó en México para siempre, donde, no obstante, mantuvo una relación fértil con otros intelectuales españoles y autores lationamericanos (Juan Larrea, Buñuel, Octavio Paz) y funda la prestigiosa "Cuadernos Americanos".

Aunque ignorado y silenciado en España, los poetas mexicanos admiraron a León Felipe, especialmente tras la publicación de "El Ciervo" (1958).

Aunque León Felipe fue deudor siempre de cierta tradición lírica castellana clásica, su apego por los poetas en lengua inglesa, el tono declamativo, la fortaleza de sus reflexiones, su religiosidad y su poca afición a morderse la lengua lo convirtieron en una figura muy difícil de encasillar.

Quizá por eso, porque de alguna forma también se negó a tomar partido en el contexto binario de las dos Españas, el país que lo vio nacer nunca lo recuperó como una de las voces mayores de la poesía en español del siglo XX que, como prueba su obra, efectivamente es. Último apunte. Poco antes de morir en 1968, su sobrino nieto, el torero Carlos Arruza le preparó un avión para regresar a España y morir "en casas". Dos horas antes de subirse, León Felipe se lo pensó mejor: "Me quedo aquí".