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Los cultivos del Paraíso

Inquietante agave

La planta de la que se saca el tequila en Europa queda reducida a un uso decorativo en jardines y a veces se confunde con el aloe vera

Un agave. PELAYO FERNÁNDEZ

Los Reyes magos me trajeron una botella de tequila. "Tengo que preparar un artículo sobre el agave, la planta de la que lo extraen, pensé". El género agave está formado por un amplio número de especies, siendo la más conocida el agave azul: agave tequilana azul. De ella se obtiene el mosto que una vez fermentado y destilado produce el mezcal, siendo uno de ellos el tequila, la bebida más internacional de México.

De otros agaves se obtiene el pulque, resultado de su fermentación pero no destilado. Este género se confunde con los Aloe vera por su similitud, siendo la principal diferencia la naturaleza de su pulpa, verde y blanda en los Aloe, blanca y dura en los agaves, y que los últimos mueren tras su floración.

Su uso en Europa es el jardinero. Son plantas de gran potencia visual y exótica una vez adultas. Aguantan la sequía resistiendo a la vez los climas norteños, no exigen cuidados, y son duras, sin problemas salvo por las espinas terminales. La pulpa es irritante, pero no se accede a ella salvo que se manipulen la hojas. Por eso no es recomendable su uso externo. Pero aconsejan la infusión de sus hojas para los males intestinales y el problema del colesterol y de ayuda para los casos de diabetes la llamada "miel de agave".

Y un día me decidí. Tras desayunar y enterarme de por dónde iba el mundo aquella mañana, nada nuevo, todo igual de mal, me subí al Citröen a buscar un buen ejemplar de agave para la foto. Una vez pillado y tras despachar algunos recados decidí tomar un té y un pinchín. Ví una cafetería cerca. No había ningún cliente en la barra, y el camarero, de unos treinta años y aspecto agradable -camisa y pantalón negro, tarabica blanca, posiblemente atractivo aunque no entiendo gran cosa de paisanos-, rabilaba en la cafetera plateada, en medio de repisas llenas de botellas caras, casi frente a mi. Cogí LA NUEVA ESPAÑA; en el expositor vi un trozo de tortilla con un aspecto bárbaro. Me tiré a leer los artículos de opinión: Cuervo, Millás, Ponte, esos siempre los primeros. El camarero seguía sacándole brillo a la cafetera gigantesca.

Entraron dos chicas, muy guapas las dos, de eso sí entiendo, desde la barrera, claro, igual que los buenos aficionados entienden del toreo, sin haberse acercado a unos pitones en su vida.

Se sentaron en la barra, unos metros a mi izquierda, lejos de la cafetera.

El camarero se acercó con la mejor de sus sonrisas. Ellas rieron con él. Querían unos cafés. Corto de café una, largo de café otra, croissant una, pincho de pollo con lechuga sin mayonesa otra, no, mejor lomo con pimiento. "Lo que quieras, están riquísimos todos", comentó él encantado. "¿El croissant te lo paso por la plancha, princesa?", inquirió a la primera.

Acabé de leer los artículos y levanté la vista hacia el camarero. En ese momento entró otra mujer. Con clase, hermosa de facciones, cuarenta y algo, seria, con aspecto de oficial de juzgados. Se sentó en el otro extremo de la barra, a mi derecha. Observé cómo el camarero pasaba por delante de mí aparentemente sin verme dirigiéndose animoso a la nueva clienta. No oí el pedido, solo vi que ella sonreía con amplitud. El pájaro se acercó al expositor y colocó en un plato el trozo de tortilla que yo deseaba. Raudo volvió a pasar ante mí y con agilidad quedó listo el café de la dama.

Por fin el de la tarabica se dignó a atenderme. Le pedí un té negro y un pincho de tortilla. "Acabo de entregar el último a la señora; ¿lo prefiere de pollo?". "Odio el pollo; póngame uno de tortilla de jamón", respondí cortante. Procuro ser educado; no le solté lo que llevaba en el papu. Conté la historia en la tertulia de Gascona. Uno de los colegas es de los que a todo ve la parte buena. Tiró lo que sobraba del culín y dijo: "Vaya suerte más grande que tuviste, macho. Imagina que en lugar de pasar de ti el camarero también te hubiera tirao el picao". "Mirándolo así..." , respondí mientras cogía un culete recién escanciao.

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