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Al Final De La Semana

La escalera de la vergüenza

El peligro y la mala imagen del acceso al Carlos Tartiere por el talud de La Ería

La escalera de la vergüenza

La penitencia después de cada partido en el Carlos Tartiere dicta al oviedismo a apiñarse ante una infame escalera. El objetivo es buscar un hueco y afrontar mas de cien peldaños para salir del agujero del estadio municipal hacia La Ería. Un buen lugar para escuchar conversaciones y palpar el estado de ánimo de la afición, qué inoportuno ayer el primer gran fallo de un gran portero. Inoportuno es -con victoria, empate o derrota- meterse entre pecho y espalda esa demencial escalinata que deja en casa a no pocos ancianos y a algunos con antecedentes coronarios temerosos de arriesgar la salud.

Obra barata

Falló la afición cuando no supo movilizarse y no colocó el proyecto entre la obras más votadas del presupuesto participativo -ese porcentaje de dinero que el Ayuntamiento reserva para obras ejecutadas a petición popular-; y no estuvieron a la altura en la casa consistorial para afrontar de oficio un arreglo nada caro y muy necesario. Calcularon los técnicos municipales un coste de poco más de 300.000 euros para una sencilla pasarela que salve el talud de La Ería y baje hacia el aparcamiento. La excusa última para enviar al limbo la idea, responsabilidad de la concejalía de Infraestructuras, del PSOE, fue decir que el Oviedo, el club, no había reclamado la obra entre las prioridades para el estadio. Y resulta obvio que no lo hiciera. El Carlos Tartiere, dicen los expertos que por el abandono durante sus primeros años de vida, tiene carencias importantes en su interior, de resolución urgente para los dirigentes del club.

No cabe achacar el arreglo de los accesos a los deseos de los hombres de Arturo Elías en Oviedo. Tener un medio decente para llegar al campo es una obra para la ciudad, para sus ciudadanos, muchos eligen pasar allí un par de horas del fin de semana.

Quede reflejada aquí la advertencia del riesgo de la escalera. Con 12.000 en el campo, como ayer, el tapón es importante; cuando se juntan 18.000, como hace ocho días cuando vino el Deportivo, la cosa se pone fea. En Primera División -algún día llegará- y con más de 20.000 cada partido, la situación será peligrosa. Una estampida puede implicar tragedia. Si un solo político escuchase a los que por allí salen se pondría manos a la obra. Lo haría también, si oyese humillado lo que decían los aficionados gallegos la semana pasada o si, simplemente, los hubiese visto subir en manada, campo a través por el terraplén -muchos oviedistas también lo hacen-, como si aquello fuese Humor Amarillo.

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