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Novelista, charlará mañana en el Filarmónica con su colega Javier Cercas

Manuel Vilas: "El problema de España es con la modernidad, el debate de la eutanasia es subdesarrollo puro"

"Si escribes un libro y emociona, la estrategia literaria es lo de menos, y da igual si es novela negra o autoficción, importa si es buena o mala"

Manuel Vilas, en una imagen promocional. ARDUINO VANUCCHI

Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) era ya un escritor de largo recorrido, poeta antes que novelista, con una edición completa de sus versos en Visor, y con celebradas incursiones en el ensayo como sus crónicas de viaje por América, cuando "Ordesa" se convirtió en el inesperado fenómeno narrativo de 2018. Finalista ahora del premio "Planeta" con "Alegría", mañana, viernes, charlará con su colega Javier Cercas, ganador del gran certamen literario, en las tertulias literarias que organiza el Ayuntamiento en colaboración con LA NUEVA ESPAÑA. Será a las ocho de la tarde en el teatro Filarmónica en compañía del escritor Tino Pertierra, periodista y crítico literario de este diario.

- ¿Alguna vez pensó en ser un día finalista del "Planeta" y en estar sentado en actos de este tipo, de la, digamos, primera división de la industria literaria?

-No, lógicamente yo no tenía ninguna previsión. Mi trabajo era más el esfuerzo con la página, con el texto, con lo que estuviera escribiendo en cada momento. Estaba acostumbrado a un ejercicio minoritario de la literatura, pero no porque yo creyese que tiene que ser así, sino porque los lectores no se habían fijado en mí.

- ¿Qué cambió?

-No sé muy bien cuáles son los resortes. Yo llevo escribiendo toda la vida, y de repente con "Ordesa"... La vida, a veces, es así, muy misteriosa. Quien diga lo contrario, que tiene las claves para explicarlo todo, es que se las inventa. Porque a toro pasado todo el mundo sabe explicarlo. Si lo editores supieran qué libros se van a vender, imagine... También es verdad que tengo 57 años. Los éxitos precoces pueden volver medio loco a un escritor, con lo que a lo mejor era mi ángel de la guarda que me estaba protegiendo.

- ¿Qué tipo de escritor fue en sus comienzos?

-Era muy tímido, y encontré en la literatura una especie de consuelo. Los libros eran buenos amigos, me sentía bien con ellos. Ahí empecé a encontrarme a gusto. Me entusiasmaba lo que leía y quería escribir también. La escritura, primero, viene como consecuencia de leer libros. Después es consecuencia de vivir. Pero con 16 años no has vivido.

- ¿Qué le entusiasmaba a ese adolescente, qué quería escribir?

-De prosistas, empecé con Baroja. Y de poetas me apasionaba la vida de Rimbaud, ¡un tío que a los 20 años ya lo había escrito todo! No lo entendía muy bien, a Baudelaire sí, mejor, pero es que me flipaba tanto su vida... Luego ya me metí con la literatura española, con Machado, que siempre me ha gustado como poeta. En general, tenía y tengo una relación muy buena con la literatura española, no soy desafecto, cosa que hoy puede parecer hasta original.

- ¿Y con Galdós? ¿En que bando de la polémica que ha arrancado su colega Cercas está?

-El problema de Galdós hunde sus raíces en la peculiaridad del siglo XIX español, que es muy raro. También pasa con el romanticismo y con el realismo. Lo que Javier Cercas quiso señalar era esa falta de sintonía de Galdós con respecto a escritores franceses, rusos e ingleses, que creo que sí que es cierto, que se parece poco a Flaubert. Pero los galdosianos han contestado airadamente, y no hay necesidad de expresar puntos de vista generando bandos. Javier opinaba de una manera, pero no estaba despreciando. Lo que pasa es que hay un problema en la literatura española y en España, en general, que es la de la modernidad; el problema no es Galdós, el problema es antiguo, y es que la incorporación de España a la modernidad sigue teniendo su complejidad.

- ¿Qué quiere decir?

-A ver, es cierto que los cuarenta años del franquismo nos mandaron a freír churros, pero según donde hurgues aparece siempre un conflicto relacionado con la dificultad que ha tenido siempre España de incorporarse ea las vanguardias sociales, políticas y culturales de Europa. Y esto va tanto contra la derecha como contra la izquierda. Lo digo porque el problema se adjudica siempre a la derecha, que efectivamente tiene muchísima responsabilidad, pero la izquierda también, y hay discursos de izquierda que también son antiguallas y también dificultan la modernidad. Cuando hablo de modernidad, hablo de crear un país donde todo esté en su última expresión, en su lado más avanzado, hablo de crear una sociedad avanzadísima. Y ahí es donde, en última instancia, está el debate.

- ¿La ley de eutanasia, por ejemplo, puede servirnos de ejemplo?

-Claro, es un buen botón de muestra. Fíjese que es algo que no tiene vuelta de hoja, que si no lo hacemos ya, dentro de treinta años qué dirán de nosotros, de la España de 2020, dirán que "¡pobre gente!, que se morían agonizando". Estar todavía con el debate de la eutanasia es evidente que es antigüedad y subdesarrollo puro. Lo que no quiero es dar pena dentro de 30 años. Si uno piensa en la España del franquismo, independientemente de las cuestiones políticas, es que los españoles dan pena. Ves esas fotos en blanco y negro, los bigotillos, las gafas y piensas: "¡Pobre gente!". Sin embargo, no sé, acabo de colgar ahora en mis redes una foto de Simon y Garfunkel y ahí ves una foto de unos tíos que se lo estaban pasando bien, ahí había modernidad. También hablo de progreso moral, intelectual, y en eso la ley de eutanasia resulta evidente. ¿Cómo se va a discutir eso? Es algo que no tiene derecha ni izquierda.

- ¿Y cómo explica que una novela tan moderna en fondo y forma como es "Ordesa" calara entre los lectores españoles?

-No sé, creo que el lector percibió que había mucho amor. Y eso la literatura lo hace muy bien. Hay cien mil historias de padres, madres e hijos, pero quizá en la mía había un sentimiento muy difícil de expresar que era el del amor, el de la pérdida. Y creo que ahí, en la evocación de los objetos, de los años 60, realizado desde la humildad más profunda, donde se expresa la humildad de la clase media-baja española, ahí hubo algo muy empático.

- ¿Un caballo de Troya dentro de la literatura de consumo masivo?

-Pero fueron los lectores los que la auparon. Nadie se lo esperaba. Fue un fenómeno de boca-oreja. De hecho, la historia de "Ordesa" es muy graciosa, porque no ha tenido ningún premio en España, ningún reconocimiento de la crítica, ni el Nacional de Literatura, ninguno. En cambio, en Francia me dieron el "Femina" a la mejor novela extranjera, que lo tienen Coetzee y gente así. Cuando vi aquello me dije: "¡Coño, 'Ordesa' sigue siendo un libro jodido", porque lo aceptan los lectores, pero el sistema cultural español tiene problemas con él.

- ¿El sistema cultural?

-Sí, no quiero parecer nada, pero había gente que seguía discutiendo si era un novela o no era una novela. Cuando la crítica literaria discute los géneros literarios, si la autoficción está bien o está mal, ahí ves que es reaccionaria y cutre, ahí ves el subdesarrollo. ¿De verdad se creen que el problema de un libro es si es o no una novela como he visto discutir a algún crítico? ¿Es que son tontos? Si a los lectores les da igual, hostia. Pero es lo mismo que sucede con la economía o con la política. En Francia a nadie se le ocurrió pensar que "Ordesa " no fuera una novela. Son debates estrechos, como la eutanasia. Si tú escribes un libro y emociona al lector, la estrategia literaria es lo de menos. A mí me da igual si es autoficción o novela negra, me importa si es buena o mala. Lo otro es un debate muy anticuado.

- Con todo, en "Alegría" sigue con la ficción autobiográfica. ¿Es un filón que ya se ha agotado con esta obra, hasta qué punto depende el libro finalista del "Planeta" de "Ordesa"?

-Todo procede de la vida. Yo tenía una urgencia, llevaba encima la historia de mi padre y de mi madre y por esa necesidad escribí "Ordesa". Y cuando se publicó el libro, mi padre y mi madre seguían en mí. Y "Alegría" la escribo porque seguían comunicándose conmigo, y veía a mis hijos y veía un orden moral o existencial y la necesidad de contarlo. Ahora eso ha terminado, pero no porque lo decida yo, sino porque ya no recibo esos mensajes. Mi siguiente libro irá a otros sitios porque lo que un escritor escribe le lleva a donde le lleva, y escribo al dictado de lo que la vida me dice. En ese sentido, como resultado de esas experiencias, "Alegría" sí que es una continuación de "Ordesa", pero de manera independiente. Técnicamente quise que quien se la leyera no viera que necesitaba leerse antes otra cosa.

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