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La candidatura a la Unesco obligará a Oviedo a invertir para conservar el Antiguo

Los elementos que son declarados Patrimonio de la Humanidad se someten a inspecciones periódicas para permanecer en la lista

Un guía turístico, ataviado como un peregrino, en la plaza de la Catedral.

Ser Patrimonio de la Humanidad obliga a invertir. La candidatura de Oviedo deberá incluir una serie de compromisos económicos para ejecutar actuaciones que sirvan para potenciar la conservación y la promoción del espacio y de los monumentos que se incluyan en una propuesta que, en principio, se circunscribirá a la ciudad intramuros, milenaria sede de la Monarquía Asturiana y origen histórico del Camino de Santiago. Es más, para tener éxito con la iniciativa, la propuesta que se haga llegar a la Unesco tendrá que concretar las intervenciones previstas, su presupuesto y qué administración o entidad se va a hacer cargo de sufragarlas. Se trata de una de las condiciones necesarias para lograr un reconocimiento internacional cuyo objetivo principal es la protección y la revalorización de los principales bienes patrimoniales del mundo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) creó en 1972 la categoría de Patrimonio de la Humanidad (o Mundial) con el objetivo principal de velar por la protección de bienes y sitios del planeta que gozan de lo que la entidad denomina como "valor universal excepcional". Lo mismo puede ser una ciudad, como Oviedo, que monumentos, como es el caso del Prerrománico, o cavernas como las que albergan el arte prehistórico asturiano. También cogen bosques, montañas, lagos, desiertos o conjuntos arquitectónicos. En concreto, hay tres categorías establecidas dentro de la distinción. Por un lado están los "monumentos", tanto artísticos como naturales. Por otro, los "conjuntos", integrados por colecciones arquitectónicas de alto valor histórico o artístico y perfectamente integradas en el entorno. En tercer lugar, figura lo que la Unesco identifica como "lugares" de "valor universal excepcional" por su historia, estética o valor antropológico, algo que se ajustaría, en principio, a los intereses de Oviedo con la candidatura que pretende encauzar a la vuelta del verano.

Además de estas tres categorías, la Unesco también reconoce bienes inmateriales, algo a lo que aspira la cultura sidrera asturiana . Se trata de una candidatura que el Principado cerró hace ahora justo un año y que sigue pendiente de que el Estado, como resulta preceptivo, la apruebe y la proponga oficialmente a la Unesco.

Para establecer si una candidatura reúne lo necesario para poder ser designada como Patrimonio de la Humanidad, la Unesco maneja una serie de criterios, de los que resulta obligado cumplir al menos uno: representar "una obra de arte del genio creador humano"; ejemplificar un "intercambio de influencias" en materia artística, tecnológica, urbanística o paisajística; ser un "testimonio único o excepcional" de una civilización activa o ya desaparecida; constituir un "ejemplo representativo" de conjuntos arquitectónicos, tecnológicos de "periodos significativos de la historia humana"; ser un ejemplo de formas tradicionales de asentamientos humanos, sobre todo de "la interacción entre el hombre y su entorno; estar directamente asociado a ideas, obras artísticas o tradiciones vivas de "significado universal excepcional"; representar "fenómenos naturales o áreas de belleza natural e importancia estética excepcional"; ser un testimonio representativo de las grandes fases de la historia de la tierra o de sus procesos ecológicos, y contener los hábitats naturales más representativos para la diversidad biológica. El casco histórico de Oviedo, entendido como sede regia que dejó como legado el Prerrománico, entre otros monumentos históricos de diversas épocas, y que ws origen de la ruta jacobea, con Alfonso II como primer peregrino a Santiago de Compostela, tiene chance ante la Unesco tomando como punto de partida esos criterios. Eso sí, siempre que, según los urbanistas e historiadores consultados, ajuste con exactitud la propuesta. Incluir un elemento disonante, por muy argumentada que esté el resto de la candidatura, puede conducir al fracaso. También hay que tener en cuenta, añaden las mismas fuentes, optar al reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad condiciona el futuro urbanístico del perímetro seleccionado, tanto para optar con garantías a la declaración como si ésta se consigue. Teniendo en cuenta que hace una década la Unesco amenazó con sacar de su lista mundial al Prerrománico en el caso de que el Ayuntamiento autorizara el plan de los rascacielos de Calatrava, así como el rechazo de la entidad a la inclusión de la rehabilitada plaza del Fontán en la primera intentona para que el Antiguo en su conjunto fuera Patrimonio de la Humanidad, los expertos alertan de la relevancia que tiene para convencer lo se haga ahora con espacios como el solar del martillo de Santa Ana.

Y es que la "autenticidad" de la propuesta es una de las condiciones expresas que reclama la Unesco para engrosar la lista del Patrimonio Mundial. La reconstrucción de enclaves históricos solo encuentra justificación en circunstancias extraordinarias y en base a estrictos patrones históricos. La "integridad", entendida como la conservación adecuada de los bienes a proteger, así como la garantía de que las administraciones públicas del Estado solicitante dispongan de mecanismos legales de protección que garanticen su salvaguarda son otras dos condiciones indispensables. Sobre el último requisito cabe recordar que el Principado se vio obligado a declarar Bien de Interés Cultural (BIC) a la cultura sidrera antes de cerrar su candidatura a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La Unesco hubiese rechazado de plano la declaración como Patrimonio Mundial de la tradición generada en torno a la bebida asturiana en caso de que ésta no estuviese adecuadamente protegida a nivel local.

Lo que tampoco quiere la Unesco es que sus declaraciones sean flor de un día. Por ello, la candidatura debe llevar la relación de iniciativas a poner en marcha para conservar y promocionar de una forma sostenible los elementos que integren la propuesta. El organismo establece exámenes periódicos para velar por su cumplimiento.

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