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El ángel de los pobres dice adiós a los fogones

Sor Esperanza Romero deja un gran vacío en la Cocina Económica, que abandonará en septiembre: "Tiene un corazón inmenso"

El ángel de los pobres dice adiós a los fogones

El fin de la etapa de Sor Esperanza Romero al frente de la Cocina Económica, adelantado ayer por LA NUEVA ESPAÑA, deja un gran vacío en la ciudad. A la espera de conocer destino, su próxima salida supone "un mazazo" para los colaboradores del comedor social. Comprenden la decisión de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que aplican a rajatabla sus normas: no más de nueve años en determinadas responsabilidades, pero lamentan que ni en plena pandemia pueda haber una excepción. Sus fieles ayudantes confían en que su último mes en el cargo sirva para que la sociedad reconozca la labor de una religiosa "con el corazón inmenso", cuyo legado incluye una cobertura total de las demandas alimenticias de los pobres y la consolidación de unos menús "ricos y saludables".

Esperanza Romero nació en la localidad zamorana de Sagallos hace 77 años. Es la mayor de cuatro hermanos y la vocación no le llegó hasta los 25 años. Hasta un lustro antes nunca había salido de su pueblo natal, pero fue entonces cuando decidió trasladarse al País Vasco junto a unos familiares, llegando a trabajar en una fábrica. Un grupo de amigas la puso en contacto con monjas y fue entonces cuando descubrió su vocación y se trasladó a Asturias, donde ya por entonces tenía una tía monja.

Pasó por el colegio Sagrada Familia y con el cuarto de siglo cumplido fue al noviciado en Gijón, en el Patronato San José. Impartió clases en la Milagrosa, pero lo suyo era la enfermería. Trabajó en hospitales asturianos y de Galicia, pasó por residencias de ancianos e incluso se enroló en la pastoral penitenciaria de El Coto, en Gijón, donde vivió de lleno el impacto del sida en la población joven asturiana de la época.

Ya jubilada, cuando contaba con 67 años, le llegó la oportunidad de ponerse al frente de la Cocina Económica de Oviedo. El listón estaba demasiado alto. Su antecesora, Blanca Argote, también agotó los nueve años de periodo máximo al frente de la institución, llegando incluso a recoger el premio "Príncipe de Asturias" y la medalla de oro de la ciudad por la labor desempeñada por parte de las religiosas en favor de los ovetenses desde el año 1888.

Poco tardaría Romero en conquistar a los trabajadores y voluntarios del servicio ubicado en la calle San Vicente. "A cada necesidad siempre responde echando una mano para superarla", indica con la boca llena de halagos el presidente del patronato de la institución, José García-Inés.

A la hora de hacer balance de los logros de Sor Esperanza al frente de la coordinación de los fogones solidarios, la hoja de servicios se queda pequeña para albergar tanto mérito. "Son muchísimos y es muy difícil concretar, pero su capacidad para coordinar a tanta gente y mejorar progresivamente el servicio son, sin duda, dos de sus mayores virtudes", apunta el también miembro del patronato Avelino Fernández.

Con todo, la característica más destacable de esta "todoterreno de la solidaridad" es su modestia. Considera su labor como un deber que cumple con gusto. Cuanto más grande es el problema, más amplia es la sonrisa con la que acompaña la puesta en marcha de todos los medios posibles para solucionarlo. Uno de sus secretos, admite, es marcarse objetivos en el día a día. "Yo vivo el presente, no miro más allá", indicó esta misma semana al ser preguntada sobre la decisión de su congregación de destinarla a un nuevo cometido tras agotar su ciclo en el casco antiguo de Oviedo.

El hipotético traslado lo ve todavía muy lejos. Su reto más inmediato es recuperar la normalidad tras varios meses convulsos a consecuencia del impacto del coronavirus. "Su obsesión es reabrir el comedor antes de octubre para evitar que los sintecho se vean afectados por el frío invierno", apuntan sobre la principal preocupación de una mujer preparada para aceptar la misión que sus hermanas le encomienden a finales del mes que viene.

Desde el patronato no dudan de que Sor Esperanza tendrá una digna sucesora, aunque han tratado por todos los medios de aplazar la despedida de una mujer bendecida con un gran don de gentes. "El coronavirus disparó la demanda de menús, pero también la solidaridad de los ovetenses, sabedores de que sus donaciones estaban en buenas manos", coinciden varios de los once trabajadores y decenas de voluntarios de un servicio siempre apreciado por los ovetenses, pero actualmente incluso más, gracias en gran medida a la buena mano del "ángel de la eterna sonrisa".

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