“Estamos muy tristes porque creíamos que era eterno”. Así lamentaron varias hijas y nietas del abogado Julio García García el fallecimiento del cabeza de familia de 101 años para el cual solo tuvieron palabras de agradecimiento. “Era la bondad hecha persona. Siempre decía que no había que criticar a nadie, sino solo a las ideas si uno no estaba de acuerdo”, indica Charo García, la mayor de las descendientes sobre un hombre que acudía a diario al gimnasio, pero recientemente sufrió una caída fortuita cuyas heridas le causaron la muerte.

Nacido en Sama de Langreo en 1919 se afincó en Oviedo siendo muy joven. Fue seguidor confeso del líder de la Falange asesinado en 1936, José Antonio Primo de Rivera, una figura que siempre reivindicó. Con solo 17 años participó en la defensa de Oviedo de los ataques republicanos en 1936 y actualmente ocupaba el cargo de vicepresidente de honor de la Hermandad de Defensores de Oviedo, colectivo con el que estaba muy implicado, jugando un papel fundamental en su continuidad cuando las instituciones públicas retiraron sus ayudas durante la Transición.

Sus allegados destacan su “solidaridad y generosidad” con los más débiles, su gran nivel cultural y su tolerancia. “Era muy de derechas, pero era amigo de gente de todos los colores”, apunta su familia. García solía acudir a misa a la iglesia del Corazón de María, donde hoy a las doce horas se celebrará el funeral por su eterno descanso.

El decano del Colegio de Abogados, Luis Albo, confirmó ayer que se trataba del colegiado de más edad y también era el usuario más veterano del gimnasio Atlas de la calle Santa Eulalia de Mérida, al que acudía día sí y día también al inicio de unas jornadas cuyas tardes pasaba leyendo LA NUEVA ESPAÑA. “Era deportista nato, hizo natación, pesas e incluso remo”, rememoran las hijas de un hombre también conocido por su altruismo. “Yo vi cómo le perdonaba los honorarios a alguna cliente que tenía problemas económicos”, contaban ayer los suyos en la capilla ardiente habilitada en Los Arenales.