“Una gran mujer”. “Una señora con todas las letras”. “Una persona llena de corazón”. Así describían ayer los asistentes al funeral por el alma de Florinda Álvarez a la fallecida cocinera, fundadora de Casa Florinda de Puerma y emblema de la hostelería de Las Regueras. Una mujer que deja un legado de buen hacer y de dignidad y, como atinó a apuntar el párroco durante la misa, “la esperanza de vivir como ella” entre todos los que la conocieron.

Florinda Álvarez tenía 99 años cuando falleció, este sábado. Casi un siglo que se pasó, en su mayor parte, trabajando. Un esfuerzo perenne que le granjeó la simpatía y el reconocimiento de vecinos y parroquianos de su restaurante, que ayer quisieron flanquear a su familia pese a ser uno de esos días lluviosos en los que el cuerpo pide estar a techo, a ser posible degustando una de esas fabadas celestiales que dieron merecida fama a Florinda Álvarez y a su restaurante. Unas 200 personas estaban a la puerta de la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Valduno cuando, a cinco minutos de las cinco de la tarde, llegó el coche fúnebre con el féretro.

Una silenciosa procesión flanqueó a la familia camino del camposanto

En ese momento se hizo un silencio atronador en el campo de la iglesia. Era lo que correspondía, una señal máxima de respeto hacia una mujer que se movió siempre con dignidad.

Al interior del templo entraron la familia y los amigos más próximos, mientras la mayoría se quedaba a las puertas de la iglesia. Allí, en el exterior, pronto afloraron las anécdotas sobre la cocinera, a la que se recordaba siempre en su restaurante, atenta, firme, trascendente. También entrañable. Todas las voces se acallaron, de nuevo, al terminar el oficio, cuando el féretro salió por la puerta y retornó al coche fúnebre, para cubrir los cien metros escasos que separan la iglesia del cementerio parroquial. Tras el vehículo, en silenciosa procesión, cubrieron ese mismo tramo no menos de un centenar de personas que se resistían a despedirse de la guisandera mayor del concejo. Su herencia, en todo caso, queda en buenas manos, las de su hija, Adamina Suárez, y su nieta, Begoña Álvarez.